lunes, 1 de diciembre de 2014

Canción

Canción, masoquismo encubierto
Canción, mi más preciado alimento.

Qué trivial es buscar fundamentos
Qué vivaz el recuerdo de lo lentamente muerto.

Canción, tan anónima como el viento
Canción, tan propia hoy te siento.

jueves, 9 de octubre de 2014

Parece una parábola del girasol, pero fue sin querer

Combinación aleatoria: frío y gris
Resultado: según el contexto

Ya no me hace falta llegar a casa, soltarme el pelo y andar en patas. Ni sentir la lluvia de la ducha deslizándose por el cuerpo, sin acordarme de que me estoy bañando.

Un suspiro, una canción y hasta una charla que carece de -mi no tan valiosa- atención son suficientes para ese escape necesario. Tan necesario como impulsarse con los pies desde el fondo del agua para llegar a la superficie y respirar desesperadamente. Todo me succiona risas exageradas, aún sabiendo que no era para tanto. Ese afán por disimular una sensación sin un génesis aparente, ha hecho de mí un girasol; de todos nosotros un campo de girasoles.

Pero unos girasoles de los que giran de verdad, los que merecen en verdad ese nombre. Aclaro, porque están esos impostores, sin gracia, ni aroma, ni función. Bueno, sí funcionan bastante bien como contaminadores visuales para mis ojos que poco piden para saciar mi alma: espontaneidad, sinceridad y muchos más dad que hacen alusión a lo natural. Me cansé de lo artificial en su esencia, origen o razón de ser. ¿Para qué perder el tiempo con tanto plástico que brilla a costa de la luz que lo rodea? Si es mejor un suave resplandor con luz propia, digno de admirar.



Será por eso que desconfío de la gente que tiene flores artificiales como... "decoración". Se les asignó un solo trabajo desde fábrica, y son terribles en eso. Tan estáticas ahí, y frías como ese chorro de agua que limpia la cara en las filosas mañanas de invierno. Perfectas y artificiales. Por lo tanto, imperfectas. No me molesta su imperfección, más bien su pretensión de ser perfectas. Fiel reflejo de quien las compre. Igual nunca vi girasoles de plástico, pero entienden mi idea.

Hay girasoles que giran según el sol, que no es el mismo sol para otro girasol.
Hay girasoles que son el sol de otros.
Hay girasoles que tienen tantos soles, que no saben a dónde girar y se desnucan.
Hay girasoles que no giran y buscan un rayo de sol. Otros que no buscan.
Hay girasoles subestimados y reducidos a raciones de pipas.

A veces cansa tener los pies sobre la tierra. Se empieza a hacer barro, y en vez de disfrutar del olor a tierra mojada, se hace sentir el peso de las piedras que se fueron sedimentando con el paso del tiempo.

No intenten encontrar un lazo entre el párrafo de arriba y lo de los girasoles. No intentaba dejar una enseñanza. Como de costumbre, necesitaba un oasis de letras y justo se me entrometió ese pensamiento. Es que me embalé con lo de la tierra y... bueno.



sábado, 30 de agosto de 2014

Palabras más, palabras menos

Hace poco más de un mes que no aparezco por este blog y ya empezaba a extrañarme. Quizás porque nada me inspira últimamente, quizás porque nadie me hizo reflexionar sobre nada nuevo. Ya saben quienes ya me han leído antes que mi principal fuente de inspiración son los que me rodean, que aparecen por acá  casi sin que me dé cuenta. Les tengo advertido que pueden llegar a ser nombrados en este espacio. Y una vez más mis amigos, en una charla en whatsapp, me dieron las palabras justas para repensar acerca de lo que a veces no somos conscientes que poseemos.

Tal vez sólo dejé de escribir porque no tuve la necesidad, porque nadie me obliga ni me paga por hacerlo. Es por eso que escribo sólo cuando lo creo necesario. Admiro en ese sentido a los populares Vloggers que prometen a su amplia audiencia un nuevo video el mismo día de cada semana, y encima con un tema a elección. Ah, a ellos sí les paga el Sr. Youtube.

Sea cual sea el motivo, mi punto es que podría escribir cuantas veces se me cante en el día acerca de lo que quiera, porque estamos en un país que, a costa de muchas cosas, todavía nos permite la libertad de expresión y pensamiento. Tenemos el espacio que se nos plazca para saciar nuestra necesidad de desparramar palabras concienzudísimas por doquier, por el simple hecho de que pisamos y habitamos este suelo que nos da ese derecho.

Muchos no valoran esto todavía, porque desde que nacimos siempre fue así para mi generación y las posteriores. Vemos su prohibición como algo del pasado que difícilmente vuelva porque visto está que no lleva a nada. Que estamos en el siglo XXI, y que volver a ese tipo de represión es retroceder todos los escalones que avanzamos, más uno. Me atrevo a decir que la gran mayoría estamos de acuerdo con esto y que el nivel de globalización actual difícilmente permita que se esconda así nomás una falta a este derecho, como bien sabemos que hay naciones así. Tal es el caso de Venezuela, que su gente se informaba de lo que pasaba en la plaza principal de Caracas por los medios de otros países, como el de Colombia. Y hablo de hace apenas unos meses, febrero si no recuerdo mal.

No quiero explayarme demasiado en ese tema porque tendríamos que hablar también de la censura que todavía existe al revisar cierta información antes de ser publicada (sí, eso también es censura). Pero eso es un capítulo aparte, y ni siquiera quería llegar ahí.

Cuando vas creciendo, aprendés que cuantas más libertades te dan, más responsabilidades tenés.

Bueno, con ese criterio, yo creo que lo mismo pasa con este preciado derecho que tenemos.

¡Ahhhh...! La libre expresión ¡Qué joya de estos tiempos, que liviana me siento diciendo lo que se me canta! ¿no?

Pero debo decir que algunos se lo toman demasiado a pecho.
El agua es buena para nuestro cuerpo, pero en exceso, puede provocarnos una sobrehidratación. Ejemplo boludo para reafirmarles que cualquier cosa (hasta lo que tiene buena fama) puede ser nociva si se la utiliza en exceso.
No estoy queriendo decir con esto que haya un exceso de libertad de expresión, sino que no se es responsable la mayoría de las veces de lo que ésto conlleva. No quiero que se me mal interprete, por favor. Soy la principal partidaria de decir lo que pensamos, sea quien sea. De hecho, lo practico a diario y llegué a un punto en mi vida en que son pocas las opiniones que me guardo, sobre todo si me las piden.
Cualquier opinión es válida, siempre que se la tome como tal: una OPINIÓN, y no una gran verdad.
Ninguna es más opinión que otra, ni más verdadera. Todo se basa en qué fundamentos tengas. Y así y todo, tenés que respetar a quien, sin escrúpulos ni conocimiento, te da una opinión, porque es eso y nada más.

Creo que hasta ahí no dije nada fuerte ni descubrí un misterio de la humanidad. Es una regla básica si querés vivir en mínima armonía con la sociedad.
Como dije anteriormente, sos responsable de lo que sos libre de hacer. Mucho más si sos un/a grandulote/a con un cerebro que procesa información y no se limita a recibir pasivamente.
Entonces si tenés los órganos suficientes para dar una opinión con todas las letras y fundamentos que creas necesarios, también tenés que saber que eso puede traer consigo el desagrado de muchos de los presentes ante tu discurso ejemplar (pero parcial).
Podés decir que no te importa que a alguien le caiga mal, y está perfecto porque te muestra como una persona íntegra y segura de sus pensamientos. Pero no esperes un camino de rosas o una corona de laureles.

Esto no intenta ser una clase de moral. No porque sea la menos indicada (no lo soy, trato de no faltarle a la moral), sino porque es una opinión, y nada más.

miércoles, 23 de julio de 2014

¡Mirá, mami, una caricatura viviente!

"Volumen". Estuve pensando mucho en esa palabra hoy, no sé por qué. Tal vez porque pasaron una publicidad del shampoo Herbal Essences en la que aparece Belinda controlando el volumen de su pelo salvaje. Tal vez porque, otro comercial de por medio, pasaron el de un rimmel (o máscara para pestañas, para no meter chivos al pedo) que aumenta el volumen de las pestañas, haciendo tu mirada más no sé qué... Supongo que intensa, o algo así.

¿Será por eso? ¡Me cuesta descifrar un mensaje que parece oculto en el inconsciente colectivo!

Cuántas veces me encontré a mí misma frustrada por tener un día de pelo feo, con frizz, sin poder hacer nada al respecto. U otros días en que no hay nada de humedad y el pelo está demasiado lacio, aburrido. Pero siempre quise esa planchita que te hace frizz uniforme, parecido a la virulana, no sé si me explico. Y me pongo a pensar: "Lacio/Frizz es natural. Lacio/Frizz es aburrido. ¿Natural es aburrido? Artificial es divertido"
Ok, por ahí no hace falta ser tan extremista. Pero puede que eso sea lo que tenemos que pensar si queremos ser el blanco de... Todo.

Anoche, cuando terminó Guapas, nos quedamos viendo Showmatch. Con ojos afiladamente malévolos, veíamos ese circo de payasos y marionetas guionados. Todos ansiosos por hacer reír a los televidentes, y los presentes en el estudio aplaudiendo como focas descerebradas.

Todos con las getas infladas, casi sin poder sonreír. "¿Qué hace Graciela Alfano ahí? Ah, ¿no es ella? Pero si estás igual".

No podíamos tomar en serio nada de ese programa.

¡Culo, tetas, pómulos, pelo, mentón, ojos, piernas, abdomen...! Ah, no. Ojos no. Me embalé y de repente todo podía tener más o menos volumen. Aunque, pensándolo bien, achicar toda la cara excepto los ojos debe causar un efecto de ojos grandes ¡O de alien! No importa, es artificial, es divertido (para quien lo ve).



Qué fácil debe ser hacer caricaturas de famosos hoy en día.

Pongo la mente en blanco y trato de pensar en una sola cosa. Un solo volumen. Puedo visualizar una esfera, por qué no. Tiene un volumen uniforme. La agrandes o la achiques, siempre mantiene un volumen uniforme en todos sus rincones.

Qué fácil sería si todos fuéramos esferas y listo. Pero no, ¡teníamos que ser todos únicos y con formas humanas!

viernes, 27 de junio de 2014

Hasta siempre

Nunca fui partidaria de las demostraciones públicas de dolores o problemas emocionales. Me provoca desconfianza hacia quien las manifiestan, y hasta un poco de incertidumbre. Es que no estaría entendiendo qué buscan. ¿Acaso empatía? ¿Fama, tal vez? ¡Hagamos un certamen de quién está más cagado a palos por la vida! Y el ganador es… (Redoblantes). NO. Eso no pasa. Nadie festeja la valentía que significa eso, más bien comienza a aburrir tanto problema. No sé si a algunos les pasa todo, o si buscan que les pase. Cualquiera sea el caso, pierde sentido después de los 7 problemas diarios.

Dicho todo esto, seguramente piensan que nunca tuve un problema en la vida o, peor aún, que los tengo pero no los siento. “¡Salí de acá, fría, insensible!” Nada de eso. Y capaz les haga ruido que, luego de destruir el único motivo de orgullo de los problemáticos crónicos, les vaya a contar a continuación lo que siento.

La mujer más tierna, dulce, sumisa, sabia y sobre todo FUERTE que conocí, falleció hace poco más de una hora. No lo meto en la bolsa de los problemas. Todo lo contrario: su vida fue un problema, un dolor constante. Pero dolor físico, de los insistentes que no te dejan en paz. Así y todo, ella siempre con una sonrisa y caricias maternales. Por eso sé que ella ahora dejó de sufrir, de una vez por todas.

Su preocupación era que a Clara y a mí nos fuera bien en los estudios, que comiera rico mientras vivo sola, que mi mamá no trabajara tanto como lo hace, que le llevaran a su tataranieto para conocerlo, que nunca faltara la yerba, el limón y las masitas. Que nunca nos falten bombachas (siempre nos regala eso), que venda mis pulseritas, que no sufriéramos por amor porque somos jóvenes y hay que disfrutar de las cosas lindas de la vida. Que no le falten los mil medicamentos que tomaba diariamente, que siempre nos tapemos la boca cuando hace frío, que no me oscurezca ni me corte el pelo, que me deje el “jopito, que te queda tan bien”.

Le gusta que la llamen y que le atiendan el teléfono rápido cuando llama ella, si no, insiste. Ama los perros y los gatos, se pone contenta cuando le llevamos al Chancho Peludo a hacerle quilombo a la casa. Es coqueta, no sale así nomás a la calle. Nunca le faltan pantuflas ni el pañuelito que se cuelga en el frunce de la pollera.

Mira 2 telenovelas mexicanas de lunes a viernes. Más que eso no, porque se cuida la vista. Espera las noches en su cama, con la radio en la mesa de luz. Me dice que soy alta, que me deje de joder con ideas raras.

Cuando va a casa, la pieza de Clara aparece mágicamente ordenada.
Le parece de lo más raro que no nos gusten las pasas de uva y siempre que hacía budín de pan, nos aclaraba que no le había puesto, sólo por nosotras. Le ponen mal las discusiones familiares y sé que se le escapan lagrimitas. No entiende qué hizo para que muchos no la fueran a ver más. Acepta callada y se aferra a los que la amamos.

Quiero que todos sepan lo genial que fue mi abuela y lo feliz que soy de haberla podidodisfrutar tantos años. Tantas charlas en el patio, risas, quejas, confesiones y demostraciones de cariño genuinas como nada.
¡Ay, abuela, cómo te voy a extrañar! Lloro de tristeza porque soy egoísta y quería que te quedaras un ratito más, aunque sé que estabas sufriendo tanto. Qué lindo fue saber que me querías y me esperabas con ansias. Qué lucida y consciente de todo estabas. ¡Qué vieja cocorita! Siempre poniendo los puntos J

Echaste raíces en todos lados, inspiraste cariño en todas las personas que tuvieron el gusto de conocerte. Eras nuestra reliquia, nuestra bisabuela compinche. Te guardo en un lugar privilegiado de mi memoria.
No voy a ir a tu velorio, pero no porque no acepte la idea de que ya no estás más entre nosotros. Hace 3 días que venía presintiendo la noticia. Sé que no todos comparten esta opinión, pero siento que esas reuniones rozan lo morboso y a veces parecen un circo. Le doy la espalda a la hipocresía.

No me ayuda a sentirme mejor, y vos ya no sentís nada, ya estás en paz en un lugar mejor.

Te quiero recordar en vida, sonriendo y charlando hasta la madrugada, como cuando te quedabas en casa.

Ya nos vamos a juntar a matear otra vez.

Hasta siempre, Dorita.


miércoles, 25 de junio de 2014

Bitácora

No es un cascarón del que tendré que salir el día en que me considere y la sociedad me catalogue como madura; no es la burbuja que tiene que explotar para que pueda oírte, tocarte y hasta sentir tu aroma… porque todos tenemos una. No es una venda que cubre mis ojos, porque claramente te puedo ver. Ni siquiera son anteojos oscuros. Veo todo claramente pasando por al lado mío, sin siquiera rozarme. Todo me indica que estoy viva. Todavía me quedo mirando un árbol con admiración, porque es sumiso y colorido, y el que está al lado también, porque hace una mugre linda en el piso, toda anaranjada.

Me quiero mantener invisible, aunque sea por unos segundos. A lo sumo, un minuto sería suficiente para enfocarme en una sola cosa, sin que la brisa me despeine y me desconcentre. Esperá, que esté invisible no quiere decir que no me afecten ciertas cosas. Retomo, entonces: quisiera ser un algo, una especie de alma sin un cuerpo que distraiga u ocasione limitaciones. Quisiera ser una piedra, pero no preciosa. Una bien fea, insignificante, que pase desapercibida. Una hoja también puede tener esta particularidad, aunque es más frágil, se va para donde la lleve el viento… nah. Una piedra amorfa sería. Ahí, tiradita en un piso cualquiera, en un rincón en el que no joda a nadie.

Recién ahí podré “sentarme”, sin que me despeine, ni tenga que ponerme anteojos, ni que se me pegue un grano de tierra y se empiece a sedimentar. Sin ninguna gracia, totalmente inútil pero sin por eso causar molestia.

Comienza a tejerse una red, en la que todo se conecta con todo (este don que tenemos las mujeres para atar cabos, dicho sea de paso). Todavía hay rincones negros, espacios vacíos y puntos mal tejidos. ¿Descoser y volver a coser? Después de tanto trabajo, qué lástima sería. ¿Remendar?  Tan típico de novatos, tan de la muchedumbre… Y pensar que una vez que no formas más parte de ella, posiblemente estés muerto, o no sos humano. Hasta el más renegado no tiene el lujo de alejarse. ¡Qué bueno que no sea así!

Y a pesar de todo, hay días en que querés ser una piedra… Como no se puede, está la opción de armar una bitácora. No hay ningún secreto que esconder. O, si lo hubiera, no es este el caso. En ella podrás estar cuando lo necesites. Va a ser tu tablero de corcho en el que pinches todas tus ideas, dibujos, organigramas, planos y caminos. La decorarás a tu gusto, aunque eso es algo secundario. Ni lugar va a haber para ese tipo de pequeñeces.



Mientras adoptás la postura de la piedra, te metés en la bitácora: tu refugio mental, tu cable a nada, porque justamente eso queremos lograr. En eso estamos de acuerdo, me imagino.

Nadie podrá entrar en ella, a no ser que lo permitas. No tiene contraseña o cerraduras complicadas. Todo está en la voluntad. Pero hasta que eso llegue a ser acaso una posibilidad dentro de tus consideraciones, será tuya y solamente tuya. Vas a saciar la necesidad de poner todos y cada uno de tus pensamientos en su lugar. No me refiero a jerarquías o clasificaciones. Voy a algo más primitivo. El simple hecho de saber que ahí están, que nada mas había que escribirlas porque, de lo contrario, se ponen molestas. Todas quieren su espacio y vos ahí, posponiéndolas. Estás desayunando y zas! Idea molesta. Estás durmiendo y zas! Palabra pesada. Estás escuchando tu canción preferida y zas! Recuerdo innecesario.

No te alarmes si ves que la bitácora tiene el aspecto de un globo a punto de explotar. ¡Se ajusta a la capacidad que necesites! La mía, por ejemplo, está llena de palabras, dudas, descubrimientos, cansancios, joyas… pero sobre todo, palabras. Y ellas sí que se hacen respetar. Exigen lo suyo, pero una vez expuestas, sienten que cumplieron con su tarea.

Salen de mi boca (o de mis manos, en este momento), de forma casi involuntaria. Como un vomito, las miro con extrañeza. Las leo y releo, una y otra vez. Logro reconocerlas como propias, me sorprendo, las asimilo y –a veces- avanzo.


martes, 24 de junio de 2014

¡Ay, Dorita!

Dora Ovidia Dediego, de 96 años, es una anciana inquieta y pulcra, limitada por su débil físico que ha sufrido todas las enfermedades habidas y por haber. A menudo, se la escucha diciendo la frase “yo te digo que no me pudo haber tocado peor castigo que esto”, refiriéndose a la culebrilla.

Ella es mi bisabuela, la abuela Dora, la nona, o simplemente abuela, como muchos la llaman aunque no tengan el lazo sanguíneo. Siempre cuenta con orgullo que tiene 2 hijos, 4 nietos, 7 bisnietos... y ahora se le sumó un "tartaranieto", como diría ella.

En secreto le dije más de una vez que es mi abuela preferida. Su cara se ilumina y sé que por algunos minutos está llena de felicidad. Después, los dolores son más fuertes.

¿Historias para contar? Muchas, y te las repite con lujo de detalle. Hasta que se da cuenta de que las podría contar yo, de tantas veces que las escuché. No se hace mucho problema: se ríe y cuenta otra.

Sabe cuándo vuelvo de Entre Ríos y exige que le avise el día y la hora en que voy a visitarla. Me espera con matecitos con limón y muchas cosas dulces para comer. La última vez ya no pudo tomar mate, dice que le caía mal.

Cocina como los dioses, se acuerda los números telefónicos de toda la familia, solía tomar una copita de vino tinto al natural todas las noches porque escuchó a algún médico en la radio diciendo que es bueno para la salud. Se pone perfume antes de desayunar. No se tiñe el pelo porque dice que sus canas son grises, y no blancas, "como las de algunas". Tiene la manía de darle masitas a los perros y retos tímidos entre risas a sus bisnietas. “¡Ay, Dorita!” le decimos cuando se manda alguna. Me llama “Luichi” desde que tengo uso de razón.

A pesar de sus dolores, se resiste a depender de otros para las actividades cotidianas. Es por eso que cuando nos pide un favor (casi siempre mandados) es porque realmente lo necesita.

El trajín de todos los días la convenció de que ella es una molestia para muchos (aún cuando le hemos dicho un millón de veces que se deje de joder con esa idea). “A veces no sé ni para qué tengo ésta tan bien -señalándose la cabeza-; a veces quisiera no entender nada”. Me dijo alguna vez.


lunes, 2 de junio de 2014

Cosas que no entiendo

1. Gente que se levanta del asiento del colectivo antes de que frene del todo
El vehículo en cuestión está haciendo una maniobra: la de estacionarse. Empieza a tambalearse para los lados, sobre todo si hablamos de uno de dos pisos. Los Pocas Luces (en adelante LPL) se levantan justo en ese momento. No sea cosa que el chofer frene y se olvide de abrir la puerta y  se queden adentro por el resto de sus vidas y mueran  por falta de oxigeno y nunca los reconozcan porque no llevaron sus DNI y los cuerpos estén demasiado degradados ya como para que la policía los encuentre (10 años después) y diga: “Pucha, no los reconozco. ¿Será que traían sus DNI? ¿No? Lástima, che. Chau N.N.’s”
No va a pasar eso. El señor baja la velocidad porque, justamente, un minuto después, procede a frenar del todo. Y al ratito nomás -acá te caés de culo con lo que te digo- ¡abre la puerta hasta que salgan todos los que quieran!
Pero no, los LPL tienen que pararse en ese momento, pegarle con el bolso/mochila a todos y repartir disculpas. ¿Hay necesidad?



2. Cantito de los cajeros del super cuando dicen el precio
No sé si todos se habrán dado cuenta de eso, pero cuando llegás a la caja, te pasan todos los productos y está el total a pagar en pantalla, ellos, de forma muy amigable, dicen la cifra con un cantito particular.
Tomemos como ejemplo $50,65. Uno diría “cincuenta con sesenta y cinco” o, los más detallistas, “cincuenta pesos con sesenta y cinco centavos”. Pero los cajeros dicen “ciiiincuentaconsesentaycincO”. La última O es más aguda que el resto, se separa y le da un aire de “nada más que eso”.
Otra variable: “cinCUENtaCONseSENtaicinCO”. Las sílabas en mayúscula, más agudas que lo demás.
No sé explicarlo, deberían escucharme, o prestarle atención cuando vayan así lo comprueban.
Nunca me había dado cuenta de eso hasta que un día fui con Clara al almacén que está a una cuadra de casa. Un poco antes de entrar, la muy desgraciada me dice este descubrimiento, por lo cual no pude evitar notarlo y aguantar la risa (aunque fallé en el intento, y para que el chico no pensara que me reía de él, dije una pelotudés supuestamente graciosa).
Al salir, tuve que darle la razón. Y desde entonces, escucho cantitos cajeriles por doquier. Por ahí es un requisito.



-         3. Los chalecos abrigados
De por sí, no entiendo la función de los chalecos. ¿Moda? Quizás. No sé, son un híbrido. Te cubren todo el torso menos los brazos, como una musculosa. Tienen cierre en el medio, como una campera. Díganme si no es una de las prendas/accesorios más raros que existen (después de los anteojos sin aumento).
Más raro es cuando una se topa no con un simple chaleco, que puede incluir una tela que lo hace original y bolsillos netamente decorativos;  pero además tiene capucha y… CORDERITO ADENTRO!
A ver… si quiero estar abrigada, me pongo una campera porque también me cubre los brazos. Si quisiera usar un chaleco porque tengo ganas nomás (eso nunca va a pasar), no me voy a poner uno con corderito. Me va a hacer cagar de calor, por más que tenga una mangas cortas abajo. ¡Me da risa el sólo pensarlo!



-          4. Mi gata Michunquis quiere tomar agua del videt
Simplemente, no lo entiendo.

-         5.  Los hashtags sin sentido o utilidad
Esto es cuento viejo ya. He escuchado a muchas personas quejarse de esto, metiendo en la misma bolsa a todo ser que cada vez que sube una fotito a las redes sociales, se encarga muy atentamente de poner todas las etiquetas posibles para no dar lugar a malos entendidos. Para la foto de una hoja, corresponderán: #otoño #hoja #fall #autumn #nice #leaf. Hasta ahí vamos bien, porque por ahí hay personas que no se dan cuenta de que es una hoja o, peor aún, que es otoño! Se agradece ese servicio.
Pero cuando jajaja dejó de ser jajaja para convertirse en #jajaja quise romper todo.
En un principio, hizo Twitter los hashtags, siendo su principal tarea la de agrupar ciertos temas del momento. Después sus hijos LPL (seguramente son los mismos del punto 1) desvirtuaron su función, haciendo de los # un germen visual.



-          6. El invento de términos
Pero no cualquier término. Me refiero a aquellos cuyos significados corresponden a palabras ya existentes. Deforman el tan rico vocabulario que poseemos sin necesidad, Lo cual no tiene sentido ni justificación.
Tómense como ejemplo las aberraciones como: hermosor, ternor, divinor, princeso, dioso… basado todo lo anterior en hechos concretos de diferentes personas. Con el mismo criterio, podríamos crear: hallamiento, importanciedad, feminístico… me siento mal escribiendo esto. Perdón, no puedo seguir.

Es probable que tenga muchas más cosas que no entienda y no me estoy acordando. Estas fueron las que se me ocurrieron ahora. No estoy queriendo decir con eso que los acabo de inventar. Todo lo contrario. Se ve que siempre estuvieron en mi cabeza dando vueltas como burbujas independientes, y hoy explotan en una sola.
Ok, lo que acabo de decir fue innecesario. Pueden omitirlo, o no. Hagan lo que quieran. ¿Saben qué? Hagan todas las cosas que no entiendo, si quieren. Chau.

martes, 27 de mayo de 2014

El H4

Siempre llevo la cámara a todos lados, por las dudas. ¿De qué? No sé, uno nunca sabe cuándo van a salir las vacas volando o cuándo el cielo nos regalará un atardecer único. ¡Por las dudas! No ocupa mucho espacio y, a parte, no tengo celular altagamacondetodo, viste. Habiéndoles aclarado todo esto es que no les va a sonar descabellado que siempre vote por la cámara “real”.
Sumado a esto, hoy tuvimos una clase de fotoperiodismo basándonos en las implicancias mínimas que esto requiere. Y digo mínimas por no ser el fotoperiodismo el principal aspecto de la materia en cuestión. Un tal Blum nos dijo la posta de este tipo de fotografías, por lo que no nos convertimos en expertos fotógrafos pero sí en destacados críticos de fotos en medios impresos (como cualquier persona, en cualquier aspecto de la vida).

Así que ahí estaba yo hoy, cámara en mano y “ojos de periodista” encendidos, ante cualquier hecho notorio y fotografiable. El profesor nos había dado la libertad de inventar la noticia, con la condición de que ésta se refiriera a la imagen escogida, obviamente.
A partir de esa no-consigna, esta mañana los estudiantes de 4º año de la carrera de comunicación social de la UAP éramos una catarata de creatividad, imaginación ante hechos factibles aunque utópicos; bizarros, croniquescos (dícese de noticias propias de Crónica TV) y fatalistas. Unos amarillos totales todos.
ESO me llevó a ESTO:




Entiéndannos, estamos a 3 semanas de terminar el cuatrimestre, hasta las manos con entregas de trabajos importantes y el profesor nos viene a dar estas libertades… Tristemente inevitable lo nuestro. La puesta en común lo valió todo. Confirmamos que todos tenemos el mismo estado mental.

Al tener que ser la labor dentro del campus nuestra única limitación, de repente todo nos parecía noticia.
Un simple “Mirá, un perro que come pochoclos tirados en el piso”, se convertía automáticamente en “AUMENTA EL ÍNDICE DE ABANDONO DE MASCOTAS EN LIBERTADOR SAN MARTÍN”.
Una mancha rojiza derivada de unos ladrillos húmedos fue inmortalizada por mi compañera Dámaris como “HALLAN GRAN MANCHA DE SANGRE EN LA UAP. Las investigaciones realizadas por la policía local, dan indicios de que se trataría de…”
Y así podríamos estar hasta mañana.

Volviendo al aula para bajar las fotos, me percaté de un detalle: la placa identificadora que solía estar colgada al lado de la puerta, estaba tirada en el piso, escondida atrás de unas mesas. Me pareció raro, así que ya saben… lo convertí en noticia.



Me saqué los ojos de fotoperiodista novata y, sin permiso, se me pusieron los de sensiblona reflexiva.

Sala de grabación, trípodes sin cámaras, cámaras escondidas intocables, número absurdo de mesas y sillas para la cantidad de alumnos que vamos, olor a desodorante de ambiente tapa-mugre, aire acondicionado que no anda, calefacción perfecta. Todo eso en un espacio acogedoramente reducido. 
Aula Granix, Humanidades 4, H4, aula de comunicación, el único lugar exclusivamente de una carrera de la Facultad de Humanidades, nuestro humilde espacio. El único salón en el que las mesas están ubicadas en forma de semi circulo, hasta en los días de parciales, porque así nos sentimos cómodos y los profes también. El lugar al que terminamos cayendo cuando tenemos la incertidumbre de dónde nos toca tener clases hoy.

¿Por qué sacaron la placa? ¿Cuánto hace que la sacaron y por qué? ¿Por qué “aula GRANIX”? Mínimo, un paquete de galletitas todos los días.

Creo que el año pasado me pasó lo mismo en esta época. No sé, me pongo (más) boluda y todo me parece gracioso, o todo lamentable, o todo merece un tinte reflexivo. Nada es todo, depende de todo o es relativo y contextual a todo lo demás.
Debe ser que se acerca el fin de clases y de mis ganas de vivir, con todas las entregas de trabajos, aunque puedo divisar ya el anhelado descanso.

domingo, 18 de mayo de 2014

Nos gusta la gasolina

El andar por la vida es algo discontinuo, relativo e imprevisible. Comparable al libro que leemos en un momento dado, que no es el mismo al que leemos a otro momento dado. La vida nos da esos momentos porque los agarramos por inercia. No distinguimos lo que nos apetece de lo que no. Simplemente los agarramos. “¡Piensa rápido!” dice, y una con cara de “¿ah?” no alcanza a taparse la cara. Plaf, nos pegó con la pelota del momento.

A veces esa pelota es un delicioso lemon pie que, aunque inesperado, supera las artantes galletitas de agua con mermelada de durazno.
Otras, es simplemente un gajo de limón que nos hace fruncir la cara porque accidentalmente se nos entró en la boca justo cuando la abríamos para bostezar.
Sea uno u otro caso, aprendemos a convivir con la sorpresita, sabiendo que no es para siempre y sacando el mayor provecho.

El pensamiento unilateral no es lo más recomendable. Nos limita a comer limón como infelices. Sólo aquellas mentes abiertas harán más que “limonada”. Primero, porque es una metáfora pelotuda. Y segundo, porque también podés exprimirlo en los ojos de otro, tipo autodefensa. También es posible convertir una simple empanada de carne en una empanada árabe. ¿Qué me contás? Las posibilidades son infinitas.

Saliendo del círculo gastronómico, ese limón puede ser la respuesta. “¿Respuesta a qué?” No sé, deberías preguntárselo al limón. Él sabrá responderte porque él es más que un limón. Es lo que vos quieras que sea.
La vida, como te decía, te tira cualquier cosa. Capaz que te pasa la papa caliente del juego del gallego          que en realidad es un globo a punto de explotar. Presión, crueldad en su estado puro. Otros le llaman diversión…

Gasolina también te puede tirar. Y la cosa se vuelve más compleja. ¿Qué se supone que haga? Por ahí quiere que te prendas fuego, o sabe que en secreto disfrutás de su olor cuando vas a cargar a la estación de servicio. “¿Pero qué es la gasolina? ¿A qué se refiere con ‘gasolina’? ¿Por qué a la chica le gusta la gasolina?”, interroga desesperadamente mi amiga Nadia, tras escuchar anoche Gasolina, el hitaso de Daddy Yankee. A lo que yo le respondí “Gasolina es nada menos que el oxígeno, a ella le gusta el oxígeno. ¿A quién no?”.
El supo agarrar la gasolina, olerla, tomarla, cantarle canciones de cuna, y hasta le compró un 0km… Hasta que descubrió que gasolina quería ser oxigeno. Y Daddy Yankee supo en el instante en que la vio llorar, que no había imposibles.

"A ella le gusta la gasolina. Dame más gasolina". Ella es yo, sos vos, somos todos.




martes, 6 de mayo de 2014

La búsqueda del tesoro

Era cerca del mediodía, y a esa hora uno empieza a relacionar todo con comida. En realidad, como desde las 11 uno ya tiene la idea fija, pero yo intentaba subestimar al estómago. Hasta que el muy guacho dice: “Ah, ¿así me atendés? Ahora voy a hacer un ruido tremendo para que todos sepan lo cagada de hambre que estás. Justo en medio de la pausa que hace la profe para respirar.”

Bueno, eso no pasó hoy. Fue la semana pasada, en el mismo horario, y escuché otros estómagos despechados a lo lejos.

Como les decía, inevitablemente empezamos a relacionar todo con comida: ejemplos de packaging, ingredientes, distribución, etapa del producto, por ejemplo, la recordativa, POR EJEMPLO LA QUE LE ESTARÍA FALTANDO A LOS CAPITÁN DEL ESPACIO… Sí, estábamos en clase de publicidad y propaganda.

Le dije mi no tan ocurrente ejemplo a la profesora, quien tras una breve pausa me pregunta: ¿Qué son los Capitán del Espacio?

Anonadada, en menos de 5 minutos le di una cátedra del producto. Le conté que, lejos de querer resaltar sus características denotativas, es el mejor alfajor del mundo; que desgraciadamente tienen una distribución muy escasa; que tiene ese gusto medio caserito; que era el que me compraban mis viejos para ir a la escuela; que yo siempre compraba el blanco porque es el más rico; que un día por casualidad, despues de unos años, pude comprar uno en el kiosquito a la vuelta de casa; que no puede ser que no haya en todos lados; que tampoco puede ser que muchos nunca hayan oído acerca de esta majestuoso tesoro; que bla bla bla!
Aunque parezca, no me pagaron para decir eso. Simplemente tenía que serle fiel a mis gustos o, mejor dicho, a lo más profundo de mis entrañas.

La profesora es de Rosario, lo cual me hizo pensar que la distancia los expropiaba de este manjar a muchos más. Una amiga que es de Misiones también me confirmó su desconocimiento.

Escarbando en el asunto, guglié (que viene de googlear, que viene de Google) “capitán del espacio”. Me encontré con una historia tan conmovedora como jodida: su difunto fundador, oriundo de Quilmes, ganaba bien con su producción, teniendo un 100% de ventas aseguradas todos los días. Esto hizo que el señor, para nada avaro, se estancara en sus ambiciones y jodiera a todos sus clientes que, dicho sea de paso, se convirtieron en fanáticos del alfajor inmediatamente al comer uno por vez primera.



“Disculpe Señor, pero es usted muy cruel. O amplia la producción y distribución, o los hace más feos”, le diría. Porque esto así no puede ser.

Entre otras cosas, encontré un blog en el que el muy descarado escritor decía que eran en realidad “uno más del montón”. Que no tenía mucho dulce de leche, que la galleta es normal, y no sé que más. Toda una lista muy prolijita diciendo por qué no hay que quererlo. Para mí tiene la dosis justa de dulce, glasé, y hasta con la tapa medio torcida es perfecto, no me jodan.

Ah, y se llama así porque en esa época se hablaba mucho de que el hombre fuera al espacio, según escasas palabras de Angelito, el fundador que muy pocas veces concedía entrevistas.

En fin, siento mucho que algunos de ustedes no hayan podido todavía degustarlo y que yo no pueda conseguirlo en Entre Ríos. Acepto encomiendas.


lunes, 14 de abril de 2014

Lista de música gloriosa

No estoy segura si mi celular no es lo suficientemente tecnológico como para agrupar en una misma lista, canciones que se relacionan; o es demasiado sofisticado para que una mente finita como la mía no lo entienda. Cualquiera sea el caso, me llevó a pensar en algo que diariamente vivimos.


Música... la manteca de la tostada, o... ¡la caca de perro en la suela de tu zapatilla recién lavada!

Es hermosa la sensación de estar escuchando, en el momento exacto, lo que nuestro cuerpo nos pide (nótese que no sólo los oídos). La vida sonríe, o llora, o rompe caras hipotéticamente a la par nuestra. Qué lindo...
Una vez vi la publicidad de un reproductor de música al que le podías cargar las canciones que quisieras, como cualquier otro. Nada más que éste tiene la particularidad de percibir tu estado de ánimo y de acuerdo a eso, elige la música indicada. ¡Genial!
Hasta que eso llegue a Argentina -o por lo menos a mis manos-, es que decidí hacer un aporte a mis caprichos.

Esta mañana, soleada, fresca y con un poco de neblina, salí a caminar. Auriculares, ojos pseudo abiertos, música acorde: Wind of change, de The Scorpions. Suspiro de aire puro... Pasaron los 5:15 minutos y... "canción gloriosa", pensé. Casi me olvido de un detalle: modo aleatorio. Y sigue Feeling Alright, de Rebelution. Me cagó el clima totalmente. Lindo tema, si no, no lo tendría. Pero no hay derecho.
Así fue que decidí ponerle punto final a esta catástrofe.

"Llego a casa y voy a hacer la Lista de música gloriosa", me dije.

Les puedo asegurar que es algo por demás útil, 100% recomendado. No les voy a decir qué temas incluir, ya que eso es muy personal. 
Pueden sumarle canciones que les genere los siguientes síntomas:

- Euforia
- Piel de gallina en algún solo de guitarra
- Ganas de gritar la letra
- Fuerte cerrar de ojos y mordedura de labio inferior, simultáneamente
- Sonrisa difícil de ocultar
- Intento de percusión con cualquier objeto que se tenga en la mano
- Necesidad de tener un woofer
- Todo lo anterior junto

¡Buena suerte! :)


miércoles, 26 de marzo de 2014

Natural

Sin rumbo fijo, anhela escapar. Ni siquiera puede ver si lo que está detrás es su propia estela o sólo neblina ocular. O neblina y luces. O luces frías. Frío y sombra. Acelera el paso, liviano e incierto, humanamente robótico. Luz y sombra.
No es su estela, no son las luces, ni la niebla, ni los ojos, ni el frío, ni la sombra, ni el perro nervioso que ladra rogando atención. No es.
Es la misma escapatoria de la nada hacia la nada. Un paso y otro más. Sin estela, sin frío. Un meteorito apagado.
La sombra es la anti-estela. La sombra no se le despega y va adelante, firmemente delineada. Es tanto el parecido… Y no es un espejo. Debe ser así… La luz insiste.
 Al cachorro le gusta intentar agarrar su cola. En algún momento se cansa y se olvida de lo que quería hacer.




sábado, 15 de marzo de 2014

Horacio

Pedante y consciente de serlo, se pasa la vida buscando respuestas a preguntas que nunca nadie le formuló. Ni siquiera él. La comodidad le incomoda, en eso me siento identificada con él. Pero no soporta la comodidad ajena. Supongo que la percibe como una ofensa planeada para arruinar personalmente su vida. Todo gira en torno suyo y no hace mucho esfuerzo para escaparse del eje. Lo inevitable le sobrepasa como una condena a muerte a la que ya es tarde renunciar. Nunca se tiene la oportunidad de renunciar a semejante honor, y él lo sabe. Como la huella digital que nos ha tocado a cada uno, a él le toco la certeza de lo incierto, motivo por el cual lo imaginé transcurriendo sus días con cara de culo o, en su defecto, de concentración. No hay tiempo para la distracción a costa dela  ignorancia. La vida estática y conformista le causa alergias por doquier. En la cabeza, las uñas, las pestañas, el alma. Se supone que algo que no tenemos y que tampoco deseamos no debería causarnos el mal. Maldecir algo que poseemos causa un vacío. Será que se tuvo que resignar a su cerebro con contractura crónica.

Lo amo, lo odio, lo admiro, lo rechazo. Digno de respeto y lástima. Tan lejano porque así lo decidió, porque no es compatible con la sociedad, la que lo recibe y admira, y odia, y escucha atentamente sin interrumpir sus monólogos. Y él lo sabe. Necesita palabras para imponer distancia -y no barreras- aunque él se quiera convencer de que no es así. Reniega con palabras sobre las palabras. Anhela contagiarse de Morelli, fracasando vez tras vez. Aunque quiera, nunca podrá prescindir de las palabras, porque ellas son sus únicas aliadas, quienes ayudan a pasar su hilo por el estrecho embudo cuya boca era lo suficientemente amplia como para rodear momentáneamente un ovillo de palabras. Palabras... las que lo enmarañan y tienen como rehén, en penitencia hasta que todo lo que piensa sea traducido al corriente vocabulario. Porque el suyo es demoníaco, malintencionado, unilateral. Sobre todo unilateral.

Habla solo, no le interesa que el viento se lleve sus palabras. Lo mismo le daría si fuera mudo.

Piensa y habla. Sobre todo, piensa; sobre todo, habla. No va a hablar de algo sin previo análisis de todas las realidades posibles, y eso lo agobia.
Llega a la conclusión de que -a pesar de sospecharlas- no es omnipresente en todas ellas como para hablar de grandes verdades, y eso lo agobia.
Sin embargo, no descansa en el regazo de esa idea, de la que tiene total certeza. Lucha constantemente hasta, por lo menos, ser entendido al punto de no entenderse más porque no se puede, y eso lo agobia.
Y toma vodka malo, después un poco de vino, fuma, vodka, fuma y fuma, ceba mate despacito, mientras hace de las palabras ajenas algo miserable, como su ovillo de palabras que son invisibles a los demás y no le avergüenza, se siente superior a quien deja en ridículo. 
Mientras ellos dormían soñando con los desechos de su día, él tomaba los propios y le sacaba el jugo, así fuera ácido como el limón. Le divierte ver cómo los otros fruncen la cara al beber de su jugo, una y otra vez, y eso lo agobia más que otra cosa. Todo es predecible, nada lo sorprende. Sus ojos no se abren más que por la mitad. No necesita mirar al 100% porque, claro, ya lo sabe.

Está seguro de lo que sabe, conoce su límite. Le da risa el absurdo, habla calurosamente, le vuelve a dar risa, se siente pequeño, se rinde y prende un pucho con una mano temblorosa, mira por la ventana y "qué tiempo de locos, che".

martes, 25 de febrero de 2014

No, yo prefiero mirar

¡La escuela! Hacía rato que no iba. Bah, en realidad, fui en diciembre para el egreso de mi hermana, y era en el gimnasio. Otra cosa, otro ambiente.
Los chicos, impecables con sus trajes. Las chicas, ansiosas por mostrar su vestido tan cuidadosamente elegido. Los profes... supongo que esperando que termine ese calvario de acto de una vez, desde el momento en que empezó a retrasarse su inicio. Y los padres con sus cámaras cargadas, puteando a los irresponsables progenitores de esas criaturas que no paran de hacer ruido mientras el compañero destacado lee el tan emotivo discurso de despedida.
Pero hoy fui a la mañana, en horario de trabajo, mientras algunos rendirían materias. El olor a escuela se sentía de la puerta. Nos recibió la preceptora que ya estaba cuando yo terminé 3º (ó 5º, como le dicen ahora. ¿O le dicen otra vez 3º? pff).
Salimos y le pregunté a mi hermana si no iba a extrañar aunque sea un poco todo eso. Me dijo que no.
¿Y las horas libres? ¿Y los bizcochos que comprábamos para acompañar los mates en las horas libres? Esa rutina que, a pesar de renegar, te hacía la vida fácil y tu única preocupación era que llegara el viernes. ¿No vas a extrañar eso? Me dijo que no.
Desalentada, recordé que seguramente yo tampoco veía la hora de terminar la escuela; de que, si iba a estudiar, que por lo menos sea algo que me guste, cambiar de aire. Cualquier cosa iba a ser mejor. Mi memoria empezó a progresar. Y ahí lo recordé.

Cómo odiaba las clases de educación física.

Desde que tengo uso de razón, siempre me fue mal (sí, en 1º grado también) y todo bien con el matador y demás juegos para entrar en calor. Pero desde el momento en que me hiciste transpirar una gota o mi respiración se asemeja a la de mi perro en pleno verano, no me agradás, profesor. 
Ni hablemos de esos no sé cuántos metros que nos hacían correr en el Estadio. Yo siempre me escondía en el baño cada 1 ó 2 vueltas mientras el profesor no nos veía. Y digo "nos" porque por alguna no tan extraña razón, siempre me acoplaba a otras tan ojotas como yo. Eramos cómplices, y las deportistas, nuestras mayores enemigas. 
Soy la anticrack, el mesías de la pachorra, y me vienen a obligar a correr.¡Encima por una nota! 
Qué puedo decir del handball... Mis peores recuerdos, mis mayores fracasos están guardados en este deporte de mierrrrda. Si cambiábamos de grupo, por ahí podía recuperar mi mala fama de inservible. Pero en cuanto pasaba una clase, mi no-destreza era descubierta. Lo peor de todo es que me enojaba mucho cuando no me pasaban la pelota. Había algo en mí que me decía que tal vez, sólo tal vez, era porque podía llegar a cagar el juego.
El fenómeno es aplicable a cualquier deporte.



No quiero que mis queridos lectores formen una mala imagen mía en sus cabezas. Sé que el deporte es salud. No soy un germen tampoco. Un poco nomás. Simplemente no disfruto el cansancio excesivo y la respiración dolorosa.

sábado, 8 de febrero de 2014

¡¿Y cómo dice...?!

Uno sabe que hay cuestiones que escapan al conocimiento humano, o, al menos, al de la mayoría de los mortales. Se es más bien promedio, con la sabiduría suficiente como para abrir una botella de gaseosa violentamente batida con anterioridad, sin que se nos rebalse. Unos pocos saben cómo evitar tirar un vaso lleno con bebida pegajosa, pero ahí ya estaríamos entrando en un terreno más barroso. 
Aspectos esenciales en la vida, aprendizajes que nos acercan más al mañana que anhelamos; rústicas herramientas que sólo los iluminados sabrán moldear de forma ergonómica para su uso cotidiano.
 Marcelo Tinelli es un banana, pero seguro que vos no podés comer un alfajor de un solo bocado como él. Talentos que… no, talentos no. Conocimientos abrumadores que mueven multitudes deseosas de poder hacer lo mismo.
Franklin sabía contar de dos en dos y atar sus agujetas, pero siempre había algo que la pobre tortuga (o tortugo, nunca supe) ignoraba y debía afrontarlo junto a sus amigos absurda y desproporcionalmente iguales a él. De modo que, para cuando un capitulo finalizara, Franklin era más apto para convivir en “sociedad” (si se le puede llamar así, ya que era un bosque poblado por animales). 
Quizá si no fuera por el profesor Búho, Franklin sería hoy un inadaptado social que ata agujetas por la vida. Por suerte no resultó así.
Vayamos a la perspectiva cotidiana, al día a día... ¿Sos un queso en la cocina? No importa, se puede disimular. Seguro sos un sofisticado cliente de los delibery’s y no sos de los que piden una mozzarela ¡pfff! De rúcula y jamón crudo, o a lo sumo, una de roquefort.
¿No entendés la diferencia entre los tipos de vinos? También se puede disimular. Te servís un poquito, movés la copa en círculos y lo olés delicadamente. Posterior a un silencioso sorbo, lo aprobás. No tires nombres al azar, mientras menos arriesgues, mejor.

Pero hay algo que no se acepta de ninguna manera y la condena es dura si no sabés hacerlo, porque automáticamente de convertís en la gota de aceite en un vaso de agua. Rancho aparte, totalmente. La desesperación es notoria, y nadie te va a ayudar. Y no intentes disimularlo, es en vano. Mirás a todos disfrutando de ese conocimiento, esa capacidad de memoria que te da un empujón cuando todo está silencioso. Querés ser parte del todo, y el todo te da un caluroso abrazo de bienvenida porque sos un miembro ejemplar y aplicado. No como esos… esos estúpidos que intentan taparse como si nadie lo notara. Pobres.
¡El todo es absorbente, pero no me absorbe a mi! Y todo por eso. Debo aceptarlo y compartir con ustedes esta desgracia que, espero, no sea motivo de prejuicio. No es mi culpa, no lo puedo evitar…



No me sé ninguna puta letra de canciones. Es horrible. Todos muy gozosos entonando las estrofas de esos anthems infaltables de Tan Bionica o Abel Pintos (o Agapornis, en su defecto). O las de Fito, Los Redondos, Fabiana Cantilo, qué se yo.  Charly querido, perdón por esta deficiencia. Intoxicados, después Daddy Yankee. Toda esa cosa que nada que ver con nada pero que tienen esto en común. No hay caso, no retengo las palabras.
Lo bueno es que no estoy sola en esto. Mi amiga Lucha (perdón por el quemo) también lo padece. Y no podemos hacer más que reírnos de esta realidad. Al mejor estilo Capussotto, nos pasamos el mando después de esa parte conocida tipo “que noche mágica, ciudad de Buenos Aires” y no se cómo sigue, como poniendo a prueba a la otra. O nos reímos a carcajadas de forma artificialmente oportuna. También nos funciona tomar un trago mientras tanto. Absolutamente al pedo. Yo sé que se nota.
No hay medicina para esto, porque no se lo considera una enfermedad. Mal hecho. Nos convierte en monstruos que bailan como si se pusieran en la piel del tema.
El karaoke me parece simpático.


viernes, 17 de enero de 2014

The perks of being a chichón de piso

Dicen que las enanas tenemos carácter. Debe ser que la falta de estatura potencia cualquier estado emocional por el que estamos transitando. Sobre todo la ira... Me imagino esos tubos de GNC, nada más que en vez de ser gas natural comprimido, sería EPC (enojo en persona comprimido).

Cuando uno se encuentra en una situación límite, de esas que lo agarran desprevenido, hay que manotear los recursos que tenga al alcance de su mano. O su altura.

Cuando tengo que agarrar algo que no está a mi alcance en la cocina, me trepo a la mesada o, en un caso de extrema pachorra, un banquito no viene mal. Mi compañera de depto es bastante más alta que yo, así que casi siempre me termina alcanzando todo. Al principio eran reiteradas risas y chistes obvios, ya que debe haber sido primeriza en cohabitar con esta especie. Ya pasadas unas semanas, formó parte del diario vivir y todo fluyó como agua en garganta de resacón. :)

Otra situación que me está tocando vivir gira en torno a la moda. Son esas plataformas de aproximadamente 30 cm de alto, similares a los zancos, nada mas que un poco mas gruesos. Perfecto! Son cómodas, se usan y me hacen ver alta, dije apenas salieron. Pero me can-sa-ron. Tiré la toalla y volví a mis amadas ojotas. Eso sí, en los bares es notorio el desnivel. No importa, me la banco. Después de todo, ya todos saben la realidad. ¿Para qué mentir?



Mi moto tiene diversas fallas, entre ellas, a mi criterio, una esencial: bocina.
Esa mierda parece un perro afónico tosiendo. Vos dirás "es una bocina, nada más". Es mucho mas que eso.
Es la extensión de la voz del conductor en escenarios numerosos; tanto más para una enana que aparenta ser menor. 
Defensora de las leyes de tránsito (exceptuando lo del carnet; lo tengo vencido desde hace 2 meses), me violenta escuchar quejas sobre las motos, como si fuera un género estereotipado. Que se pasan por la derecha, que son una plaga, que esos escapes de mierda tendrían que prohibirse, que bla bla bla. Y tienen mucha razón. Pero, ¿qué pasa con los flamantes conductores de autos? Muchas veces atentaron contra mi vida casi estampillándome como mosquito en una puerta recién abierta. Miren por el espejo!! Yo no tengo, pero hago un leve movimiento de cabeza hacia atrás. Ya saben, como para... VER SI VIENE ALGUIEN.

Por el mismo motivo, hoy casi nos traga un auto. Justo cuando pasábamos, uno estacionado quiso salir, mirando para cualquier lado. Nuestra lógica reacción (la de tocar bocina) si vio coartada por el motivo antes dicho. Mi hermana venía manejando esta vez, así que hice de las mías. Como dije antes, hay que usar cualquier recurso, no importa si sos petizo o si no tenes bocina.
Seguí con la mirada al Sr. auto hasta que se dignara a mirar para adelante y ver la atrocidad que estaba cometiendo. Finalmente me miró y... creo que en ese momento si mi profe de locución me hubiera visto, habría estado muy orgulloso de mi. Modulé como nunca en mi vida y le tiré al aire un gran "pelotudo". Por lo general, otros sres. autos se dan vuelta y hacen de cuenta que no me vieron. Este pescó la fiebre Dakar y aceleró quedando casi pegado a mi moto. Quiso meter miedo y abrió su ventanilla: "Cuidado con tu boquita, que te puedo entender".  "Era para que me entiendas", le contesté, y con mucho cuidado, un gran fuck you apuntando a su espejo retrovisor me llenó el alma. 

No hay excusas para nada. Contá hasta 10 y acordate del entorno.