Era cerca del mediodía, y a esa hora uno empieza a
relacionar todo con comida. En realidad, como desde las 11 uno ya tiene la idea
fija, pero yo intentaba subestimar al estómago. Hasta que el muy guacho dice: “Ah,
¿así me atendés? Ahora voy a hacer un ruido tremendo para que todos sepan lo
cagada de hambre que estás. Justo en medio de la pausa que hace la profe para
respirar.”
Bueno, eso no pasó hoy. Fue la semana pasada, en el mismo horario,
y escuché otros estómagos despechados a lo lejos.
Como les decía, inevitablemente empezamos a relacionar todo
con comida: ejemplos de packaging, ingredientes, distribución, etapa del
producto, por ejemplo, la recordativa, POR EJEMPLO LA QUE LE ESTARÍA FALTANDO A LOS CAPITÁN DEL ESPACIO… Sí, estábamos en clase de publicidad y propaganda.
Le dije mi no tan ocurrente ejemplo a la profesora, quien
tras una breve pausa me pregunta: ¿Qué son los Capitán del Espacio?
Anonadada, en menos de 5 minutos le di una cátedra del
producto. Le conté que, lejos de querer resaltar sus características denotativas,
es el mejor alfajor del mundo; que desgraciadamente tienen una distribución muy
escasa; que tiene ese gusto medio caserito; que era el que me compraban mis
viejos para ir a la escuela; que yo siempre compraba el blanco porque es el más
rico; que un día por casualidad, despues de unos años, pude comprar uno en el kiosquito a la vuelta de
casa; que no puede ser que no haya en todos lados; que tampoco puede ser que
muchos nunca hayan oído acerca de esta majestuoso tesoro; que bla bla bla!
Aunque parezca, no me pagaron para decir eso. Simplemente
tenía que serle fiel a mis gustos o, mejor dicho, a lo más profundo de mis
entrañas.
La profesora es de Rosario, lo cual me hizo pensar que la
distancia los expropiaba de este manjar a muchos más. Una amiga que es de Misiones también me
confirmó su desconocimiento.
Escarbando en el asunto, guglié (que viene de googlear, que
viene de Google) “capitán del espacio”. Me encontré con una historia tan
conmovedora como jodida: su difunto fundador, oriundo de Quilmes, ganaba bien
con su producción, teniendo un 100% de ventas aseguradas todos los días. Esto
hizo que el señor, para nada avaro, se estancara en sus ambiciones y jodiera a
todos sus clientes que, dicho sea de paso, se convirtieron en fanáticos del
alfajor inmediatamente al comer uno por vez primera.
“Disculpe Señor, pero es usted muy cruel. O amplia la producción y distribución,
o los hace más feos”, le diría. Porque esto así no puede ser.
Entre otras cosas, encontré un blog en el que el muy
descarado escritor decía que eran en realidad “uno más del montón”. Que no
tenía mucho dulce de leche, que la galleta es normal, y no sé que más. Toda una
lista muy prolijita diciendo por qué no hay que quererlo. Para mí tiene la
dosis justa de dulce, glasé, y hasta con la tapa medio torcida es perfecto, no
me jodan.
Ah, y se llama así porque en esa época se hablaba mucho de que el hombre fuera al espacio, según escasas palabras de Angelito, el fundador que muy pocas veces concedía entrevistas.
En fin, siento mucho que algunos de ustedes no hayan podido
todavía degustarlo y que yo no pueda conseguirlo en Entre Ríos. Acepto
encomiendas.
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