El andar por la vida es algo discontinuo, relativo e
imprevisible. Comparable al libro que leemos en un momento dado, que no es el
mismo al que leemos a otro momento dado. La vida nos da esos momentos porque
los agarramos por inercia. No distinguimos lo que nos apetece de lo que no. Simplemente
los agarramos. “¡Piensa rápido!” dice, y una con cara de “¿ah?” no alcanza a
taparse la cara. Plaf, nos pegó con la pelota del momento.
A veces esa pelota es un delicioso lemon pie que, aunque
inesperado, supera las artantes galletitas de agua con mermelada de durazno.
Otras, es simplemente un gajo de limón que nos hace fruncir
la cara porque accidentalmente se nos entró en la boca justo cuando la abríamos
para bostezar.
Sea uno u otro caso, aprendemos a convivir con la sorpresita,
sabiendo que no es para siempre y sacando el mayor provecho.
El pensamiento unilateral no es lo más recomendable. Nos limita
a comer limón como infelices. Sólo aquellas mentes abiertas harán más que “limonada”.
Primero, porque es una metáfora pelotuda. Y segundo, porque también podés
exprimirlo en los ojos de otro, tipo autodefensa. También es posible convertir una
simple empanada de carne en una empanada árabe. ¿Qué me contás? Las
posibilidades son infinitas.
Saliendo del círculo gastronómico, ese limón puede ser la respuesta. “¿Respuesta a qué?” No sé,
deberías preguntárselo al limón. Él sabrá responderte porque él es más que un
limón. Es lo que vos quieras que sea.
La vida, como te decía, te tira cualquier cosa. Capaz que te
pasa la papa caliente del juego del gallego que
en realidad es un globo a punto de explotar. Presión, crueldad en su estado
puro. Otros le llaman diversión…
Gasolina también te puede tirar. Y la cosa se vuelve más
compleja. ¿Qué se supone que haga? Por ahí quiere que te prendas fuego, o sabe
que en secreto disfrutás de su olor cuando vas a cargar a la estación de
servicio. “¿Pero qué es la gasolina? ¿A qué se refiere con ‘gasolina’? ¿Por qué
a la chica le gusta la gasolina?”, interroga desesperadamente mi amiga Nadia,
tras escuchar anoche Gasolina, el hitaso de Daddy Yankee. A lo que yo le
respondí “Gasolina es nada menos que el oxígeno, a ella le gusta el oxígeno. ¿A
quién no?”.
El supo agarrar la gasolina, olerla, tomarla,
cantarle canciones de cuna, y hasta le compró un 0km… Hasta que descubrió que
gasolina quería ser oxigeno. Y Daddy Yankee supo en el instante en que la vio llorar,
que no había imposibles.
"A ella le gusta la gasolina. Dame más gasolina". Ella es yo, sos vos, somos todos.
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