martes, 23 de julio de 2013

La firma

Las hay de todo tipo: simples, rebuscadas, inentendibles, legibles, pequeñas, interminables, etc.
La mía, como la de todos, supongo, tiene una historia. 
Resulta que una vez había escuchado (de alguna persona, en algún tiempo lejano, no sé) que una firma bien hecha era la que se hacía de un solo trazo. Apoyás la lapicera y no la levantás hasta que no la termines. No me pregunten por qué, pero lo tomé como un desafío personal. Pensé mucho hasta que se me ocurrió una. Matadora. Era la “L” y la “Z” unidas por un solo trazo, pensadísimo y nada espontáneo. Un dibujo a conciencia. La practiqué muchas veces hasta que se pareció a esas que hacen con seguridad algunas personas. Ya saben, esas rápidas y naturales que dicen “acá estoy yo”.
La verdad es que nunca la usé hasta que cumplí 16 y tuve que renovar mi DNI. No sabía qué hacer, si cambiar la firma por una un poco más presentable o simplemente ir a lo seguro: la LZ.
Entré al registro civil, me mancharon todos los dedos y llegó el momento. “Donde está la cruz hacé la firma”, me dijo la señora (a partir de ahora, LS) que atendía. Sin  vacilar hice un firulete que aparentaba decir Luisina, de forma descontracturada, al estilo firma. LS tomó mi DNI, lo miró con asombro y dijo “Pero, ¿tu apellido dónde está? Tiene que estar en tu firma”. Me devuelve el documento y un poco anonadada escribo de mala gana al lado “Zaccaria”. LS finaliza el trámite (que en ese entonces era larguísimo, no como ahora) y firma al lado de la mía.
Yo no les voy a decir nada. Simplemente quiero que procedan a ver la imagen a continuación y me digan si eso no fue la tomada de pelo más grande de la historia.



Indignada como nunca, me prometí hacer la firma como se me cante. Y volví a la primitiva LZ.
El tema es que con el paso del tiempo se fue desviando de su diseño original.
La Z parece ser un rulo sin fin. Ya no es LZ, es L?. Y lo que solía ser un garabato con escritura firme y dibujada, es ahora un débil hilo de tinta que apenas se percibe. Su tamaño da lástima, diciendo “me quiero ir”.
Sin ir más lejos, el otro día fui a retirar correspondencia del correo, y el anciano que me atendió se rió muy tiernamente de mi diminuta identificación. Me gustaría tener una firma interesante, pero supongo que ya es algo tarde. ¿Para qué carajo sirven las firmas? Después de todo, nunca hay un especialista en caligrafía para corroborar que es genuina.

viernes, 12 de julio de 2013

Un espejo emocional

Empatía. Me encanta esa palabra. Hoy me desperté pensando justamente en la empatía; la calidez que se siente al degustar su significado y no tanto su pronunciación. Siento que no suena tan agradable al oído del otro ni al paladar mío cuando la pronuncio, como cuando la reflexiono.

Es inigualable darse cuenta de que alguien la siente por uno. "No estoy solo/a en el sentimiento". A decir verdad, no muchas veces son las que pasan cosas de este estilo. O, mejor dicho, no siempre nos encontramos en el momento justo con la persona que, más allá de entendernos, siente empatía por nosotros. Cualquier persona en cualquier parte del mundo puede estar pasando por la misma situación que yo en este momento... Y seguramente no nos conocemos.
Es por eso que calificaría como muy loco el hecho de encontrarme con alguien a quien le confíe algo y no sólo me entienda (es mucho más que eso), aunque sea genuinamente. Ni siquiera es entrar en mis pensamientos como si fueran suyos. Eso sería estúpido de pretender. Me refiero a alguien que pasó lo mismo que yo y recuerda la sensación, los pensamientos y hasta el estado de ánimo que eso le causó alguna vez.
Hoy siento empatía por alguien y no le voy a pedir que cambie de postura, que deje de pensar en eso o decirle "hay cosas peores". Porque yo hubiese hecho lo mismo, sentiría lo mismo y estaría igual de cerrada en mis pensamientos.
Lo que más me cautiva de la empatía es que no se busca. Simplemente se da. Por más que alguien realmente te quiera comprender de buena voluntad, puede que nunca se pueda poner en tus zapatos. Va por un carril diferente del de los afectos.
Un recuerdo fugaz, un micromomento del pasado o tu vida misma, de repente es la fuente de entendimiento y la clave para ese incomprendido por su propia familia. Eso es la empatía.

martes, 9 de julio de 2013

¡La sua è arte!

Hacía un segundo, se había puesto en verde el semáforo y nosotros estábamos casi adelante de todo. No tardó en reaccionar el típico pelotudo que ya tenía que andar tocando bocina. Porque, claro, ¡se había puesto en verde… hacía un segundo! No había tiempo que perder.
Siguiente esquina: presenciamos una importante puteada entre dos hombres, cada uno en su auto. Uno a la mitad de la esquina. El otro, pretendiendo pasar porque venia de la derecha y le correspondía a  el pasar. No pensaba dejar que pase el otro, cueste lo que cueste. Entonces el otro tuvo que acceder a su pedido entre –repito- las más variadas puteadas. ¿Taaaanto iba a querer hacer respetar las reglas de transito? Al unisono, mi papa y yo: “porteños”.
Mientras tanto, lo mismo de siempre. Aprovechando que no tenia que manejar, miraba por la ventanilla lo que siempre me fascina de esa ciudad y, en realidad de la mayoría.
Intrigada como nunca antes, me surgió una duda que mi papá supo contestar. “A eso lo hacían los frentistas italianos. Venían en busca de trabajo y se dedicaban a eso.”
Cuando llegué a casa busque en Google “frentistas italianos en argentina”, así, sin mayúscula. Pero fracasé en la búsqueda, ya que ni aparecían esas palabras juntas. Entonces probé con “inmigrantes italianos en argentina”. Eso era mas fácil, y más cuando se trataba de entrar a al maravilloso mundo de Wikipedia. Sin embargo, seguía sin respuestas.
Soy una trucha. Saqué esta foto también de Google.
Finalmente, encontré lo mas cercano a lo que esperaba leer, en la pagina http://www.mapaeducativo.edu.ar/pueblos_indigenas/images/14_cibotti.pdf  en la que se explayaban mucho en Francesco Tamburini, arquitecto italiano y diseñador de edificios monumentales como la Casa Rosada, el Teatro Colón, la Escuela Mariano Acosta, el Teatro Rivera Indarte y el Banco de Córdoba, la estancia de Juárez Celman, la sede del Gran Oriente y la casa de Bernardo de Irigoyen. Tambien se nombraba a colegas como Carlos Morra y Clorindo Testa, ambos italianos.
Muy a la pasada, y casi con la sensación de que lo escribieron sin mucha importancia, pude leer en el artículo algo de frentistas que, al igual que los destacados arquitectos en Argentina de 1880, también venían de Italia.
Para rematar el día, esa tarde dimos unas vueltas con mi amiga Lucha que hacía mucho no veía. Tras contarle que no podía dejar de ver los tímidos y a la vez inevitablemente imponentes frentes, me dijo que teníamos que pasar por la calle Gorostiaga, la cual en realidad era sólo una cuadra. “¡Esa cuadra quedó en el tiempo!”, me dijo, y tenía razón. Así que eso hicimos. ¡Un frente más lindo que el otro!
Estos tipos, los frentistas, eran artistas. No puedo entender cómo nadie se ocupó de averiguar más sobre ellos.
Quizás algún día se vuelvan a poner de moda y se fabriquen en serie esas elaboradas molduras para los bordes de las aberturas. Y ya no será lo mismo…


miércoles, 3 de julio de 2013

Non-fiction Thriller!

Está claro que el crimen perfecto no existe. Vueltas más, vueltas menos, se termina descubriendo. Mejor ejemplo que el crimen de la familia Clutter creo que no hay. Aunque los asesinos no eran muy lúcidos. *
Por ahí, en algún caso no se ha sabido la verdad para salvaguardar al incriminado. Sea por su fuerte influencia en la justicia o para tener una reserva de bomba para más adelante.

Intentando leer tu mente mientras lees, te doy la razón. El caso de Angeles Rawson me trajo a escribir, la joven a la que ni siquiera muerta dejan en paz. Y si no estabas pensando en eso... bueno, ahora sí.
Su ya hinchado y maloliente cuerpo pasa por innumerables investigaciones desde su defunción y posterior hallazgo. Y sí, eso es lo que se debe hacer cuando a alguien (o algunos) se le canta callar voces. Porque no se me ocurre otro motivo, por lo menos, sabiendo lo que se da a conocer. A no ser que sea su hobby. ¿Qué? Hay algunos que son rarísimos.
Pero lo que más me indigna es ver a la gente siguiendo el caso cual novela de Cris Morena, viendo qué más se sabe en la siguiente edición del noticiero. Ah, y otra cosa: ver CSI (Miami o NYC) o Law and Order, no te convierte en detective calificado para andar armando hipótesis sobre cuántos golpes le dieron a la piba o -esta es mortal- si el portero es el culpable por los rasgos que lo caracterizan con los de un criminal. WTF!!??
Esas fueron cosas que leí de la gente que comenta las noticias.
Los que se horrorizan diciendo "¡qué barbaridad!" cuando leen sobre un hecho morboso son los mismos que siguen la novela porque "hay que estar informado". Dale.
Por favor, no quiero que nadie salga creyendo que me parece mal que la gente piense. De hecho, es algo que a lo largo de este blog se puede comprobar que trato de incentivar (y a mí misma, obvio). Valoro la facilidad que muchos tienen para imaginar realidades paralelas. Eso los hace personas por demás creativas. Pero si con eso no construyen nada...

Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio. 

(Proverbio de la India)

*El crimen narrado por Truman Capote en su famoso "A sangre fría". Si no lo leíste, no sé que estás esperando.