jueves, 9 de octubre de 2014

Parece una parábola del girasol, pero fue sin querer

Combinación aleatoria: frío y gris
Resultado: según el contexto

Ya no me hace falta llegar a casa, soltarme el pelo y andar en patas. Ni sentir la lluvia de la ducha deslizándose por el cuerpo, sin acordarme de que me estoy bañando.

Un suspiro, una canción y hasta una charla que carece de -mi no tan valiosa- atención son suficientes para ese escape necesario. Tan necesario como impulsarse con los pies desde el fondo del agua para llegar a la superficie y respirar desesperadamente. Todo me succiona risas exageradas, aún sabiendo que no era para tanto. Ese afán por disimular una sensación sin un génesis aparente, ha hecho de mí un girasol; de todos nosotros un campo de girasoles.

Pero unos girasoles de los que giran de verdad, los que merecen en verdad ese nombre. Aclaro, porque están esos impostores, sin gracia, ni aroma, ni función. Bueno, sí funcionan bastante bien como contaminadores visuales para mis ojos que poco piden para saciar mi alma: espontaneidad, sinceridad y muchos más dad que hacen alusión a lo natural. Me cansé de lo artificial en su esencia, origen o razón de ser. ¿Para qué perder el tiempo con tanto plástico que brilla a costa de la luz que lo rodea? Si es mejor un suave resplandor con luz propia, digno de admirar.



Será por eso que desconfío de la gente que tiene flores artificiales como... "decoración". Se les asignó un solo trabajo desde fábrica, y son terribles en eso. Tan estáticas ahí, y frías como ese chorro de agua que limpia la cara en las filosas mañanas de invierno. Perfectas y artificiales. Por lo tanto, imperfectas. No me molesta su imperfección, más bien su pretensión de ser perfectas. Fiel reflejo de quien las compre. Igual nunca vi girasoles de plástico, pero entienden mi idea.

Hay girasoles que giran según el sol, que no es el mismo sol para otro girasol.
Hay girasoles que son el sol de otros.
Hay girasoles que tienen tantos soles, que no saben a dónde girar y se desnucan.
Hay girasoles que no giran y buscan un rayo de sol. Otros que no buscan.
Hay girasoles subestimados y reducidos a raciones de pipas.

A veces cansa tener los pies sobre la tierra. Se empieza a hacer barro, y en vez de disfrutar del olor a tierra mojada, se hace sentir el peso de las piedras que se fueron sedimentando con el paso del tiempo.

No intenten encontrar un lazo entre el párrafo de arriba y lo de los girasoles. No intentaba dejar una enseñanza. Como de costumbre, necesitaba un oasis de letras y justo se me entrometió ese pensamiento. Es que me embalé con lo de la tierra y... bueno.