domingo, 26 de mayo de 2013

Ese extraño momento

¿Viste cuando bajás un par de canciones y las escuchás una y otra vez? ¡Cuando me doy cuenta que hago eso, me doy bronca! Entonces le mando “reproducir todo” a todas las carpetas de música y en modo aleatorio. Siempre que hago eso, me sorprendo de mí misma con las canciones que alguna vez bajé y que no escucho porque ni me acordaba que las tenía. A algunas las borro y a otras las escucho con más entusiasmo, dependiendo de lo que me haga acordar.

“La música nos transporta a otros momentos de nuestras vidas”.
 A ese principio ya lo conocía. A todos nos pasa todo el tiempo, ¿no? A una que otra ya no la puedo escuchar porque pasaría a ser un acto masoquista, aunque a veces me pongo a prueba. Casi nunca las termino de escuchar.

“Ese extraño momento en que una canción de Manuel Wirtz describe a la perfección lo que te pasa”.
Este me dejo helada. Me acuerdo que bajé esa canción porque es muy conocida y ese día había descubierto que era de él.  Una vez que pasó el típico momento de emoción (que incluye aprenderse la letra), la dejé de escuchar, para volver a mis clásicas.
El otro día me había emocionado con unas canciones de Scorpions, así que usé el mismo método: Reproducir todo. Y pasó lo escalofriante. No voy a decir qué canción es porque quien me conozca un poquito, sacaría sus propias conclusiones con rapidez. Lo que sí reconozco es que apareció el Sr. Wirtz y, en pocas palabras, me dijo lo que me pasaba. En sí, no es que toda la letra la pegaba. Sólo el estribillo, pero cuenta igual.
Hay que admitirlo: sus temas son pegadizos, y mal no canta el tipo... pero, en serio… ¿Manuel Wirtz? Daaaale.
Ahora voy a probar con Arjona.


jueves, 23 de mayo de 2013

Morir como hormiga



Ya sé, la calidad de la foto deja mucho que desear. Pero me pareció que la escena lo meritaba. Por si no se entiende, es una hormiga cargando el cadáver de otra.
Cuando acerqué mi celular para sacarle la foto, se asustó, dejando caer el cuerpo de su compañero/a. Rápidamente lo volvió a levantar con sus patas delanteras (lo que se ve en la foto) y siguió su labor, como si fuera un deber en su consciencia.
Más allá de la parte científica que explica el temita ese del olor a muerte que despide la hormiga, no pude evitar pensar en la "fabulezca" (o fantasiosa, si se quiere). Quién te dice... por ahí es cuestión de respetar la dignidad de la hormiga, aún fallecida.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Daddy Yankee, un poroto


“Yo nunca me choco con la realidad”, me dijo Pedrito Tabuenca el otro día, y está rebotando en mi cabeza desde entonces. Debo admitir que mi primera reacción ante tal confesión fue sentirme levemente insultada. ¿Cómo se atreve a decir eso? ¿Me va a decir que nunca se desilusionó con alguien o algo? ¿No? Bueno, después de todo, qué culpa tiene el buen hombre de tener la dicha de ver hecha realidad su vida imaginada… También se me había ocurrido que tal vez tiene expectativas demasiado bajas. ¡De esta forma, la realidad siempre las supera! Está bueno eso.
Pasa que algunos somos soñadores compulsivos, y pensamos en detalle absolutamente todo. Todo lo bueno, obvio. Imaginarse a la perfección una vida miserable se siente como ponerse a hacer un trabajo práctico un domingo a la tarde. Pero esos trabajos pesados, pesados eh… Misión imposible.
Para cuando esa esfera semejante a un limbo se encuentra con la realidad, toma la consistencia de una burbuja. Frágil y sin sentido, se ve obligada a explotarse para el bien de todos (o para el propio, por lo menos).
Entonces, mi siguiente reacción a la expresión de Pedrito fue que ese hombre no estaba siendo otra cosa que sincero. No siempre lo que imaginamos a la perfección es lo mejor. ¡Las veces que me habré salvado de mis propios deseos! Y tantas otras que me creí una gran diseñadora de realidades paralelas.
En fin, sabias palabras las de Pedro. No de gusto lo quieren tanto acá. No estoy segura de haberlo entendido por completo, aunque a él le dije que sí (entiéndanme, no quería que pensara que tengo un retraso mental). Sin embargo, algo me quedó claro: la realidad supera la ficción… y los sueños. Mientras tanto, me mantengo a la defensiva. Esto me supera.


martes, 21 de mayo de 2013

Lo inevitable


El agua corre sin dudar un momento, porque sabe que su maldición es ser escurridiza por naturaleza. Con los ojos cerrados recorre lugares cautivantes, porque sabe que cada despedida es más dolorosa aún.
Las aspas del molino no tienen descanso, porque bien conocen que éste las atrofia y hace obsoletas. La monotonía les da un vértigo mortal. Girando reviven.
Las alas saben que cuentan con el encanto que los humanos tanto anhelamos, y dicen las malas lenguas que un leve regocijo invade sus articulaciones cuando un niño las quiere adoptar.
Las ramas de los arboles flotan tranquilas en el aire, porque saben que una raíz las mantiene en la tierra. Incrédulas ellas, no saben que a la tierra no la sostiene nadie.
Las bocas no dejan de moverse para no cortar el eco que alguna vez, en un remoto lugar y lejanísimo momento, alguien provocó con el primer balbuceo.

lunes, 20 de mayo de 2013

Lo matinal

No sé si a ustedes les pasa, pero por lo menos yo me acuerdo de lo que soñé a la noche durante el desayuno. Y hoy no fue la excepción.


Mientras miraba un punto fijo (creo que la cortina, porque me siento siempre en el mismo lugar) y tomaba el primer trago de café, tuve esa famosa racha de luz. Apenas pude terminar de armar la escena ordenadamente en mi mente, me sorprendí tanto que tengo que escribirlo.


Como ya he contado en otra oportunidad*, me siento mal cuando al despertar me doy cuenta de que cometí un pseudo asesinato. Sin embargo, hoy no puedo decir lo mismo. Paso a contarles brevemente la no-pesadilla (porque al final, no fue una pesadilla… ya saben).


Resulta que llego a lo que creo era mi casa y pregunto por la persona. Alguien me responde, con la voz un poco afectada por la sorpresa, que esa persona no. “¿No qué?”, insistí en saber. “Que no… que murió. No te quisimos decir”. Acto seguido, yo acomodo una silla y ¡fin del sueño!


No sentí remordimiento ni durante el sueño, ni al recordarlo. ¿Extraño, no? No es que le desee la muerte, ni tenga odio acumulado; tampoco tenía a esa persona en mente en las últimas horas. Y, no obstante, ese sentimiento en el sueño es muy parecido a lo que esta misma, desde hace un tiempo,me forzó a tener.


http://rachasdeluz.tumblr.com/post/32808843376/conclusionesnocturnas 

jueves, 16 de mayo de 2013

Ventana de por medio

Hoy escribo porque me siento mal. Y me siento mal porque creo que estoy usando a alguien. A ese alguien le pido perdón, ya que recién esta mañana me di cuenta de mi descarado gesto. Ver a dos personas hablando en el medio de la calle y no en la vereda fue un momento de lucidez extrema.


Le pido disculpas al Sol, bola de fuego que me irrita en verano cuando me agarra desprevenida y no tengo un árbol en vista. Me arrepiento de haber dicho con tanta soltura que los días de lluvia me hacen felices al empatizar con mis pensamientos; porque lo que indirectamente doy a entender es que entre nosotros no nos acompañamos.


Sin embargo, esta mañana vi a estas dos personas hablando muy tranquilas prácticamente entre el paso de los autos, porque la sombra les congelaba hasta las pestañas. Ahí lo entendí todo.


Me siento abusiva de la amabilidad desinteresada del Sol que, ventana de por medio, tiene que lidiar con el otoño porque sacó a relucir sus celos con una bocanada de frío que hasta duele. 


Le pido perdón, entonces, a este ente que me acaricia religiosamente todos los días y yo me doy el lujo de ni siquiera percatarme. 

martes, 14 de mayo de 2013

Nadie tira la primera piedra

Una mujer insiste en hundirse en un mar de intrincados pensamientos, causa de una duda que no la deja vivir en paz: “¿estaré volviéndome loca?”, le pregunta una y otra vez a cualquiera que se cruce, no queriendo convencerse de su incomprensión. Viéndose cara a cara con algo que siempre había visto desde niña como tan lejano, siente que no hay vuelta atrás; y de alguna manera se siente dueña de un sentimiento que pocos se animan disfrutar.


“A esta le falla”, dicen entre risas sarcásticas por ahí. Sin embargo, esta mujer es, a mi criterio, más coherente que todos ellos juntos.


Todo es loco, todos estamos locos. Le echamos la culpa a la vorágine de situaciones que sobrepasan nuestro entendimiento, al estrés que eso causa, al ruido que hacen los albañiles a las 7 de la mañana, al olor a quemado que sale de la casa del vecino al quemar basura… Hasta a nuestros padres, burros de carga que llevan consigo una pesada mochila de genes y características que, traspapelados entre archivos para el trámite del milagro de la vida, se atreven a invadir nuestro ser. ¡Cualquier cosa sirve para fundamentar nuestra locura! Como si eso pudiera librarnos de la calificación.


Si una persona perfuma el aire de amor, es pegajoso; si está feliz, sufre de euforia, por lo tanto tiene en la frente una gran etiqueta: LOCA.


El loco no le teme a la creatividad ni al absurdo


¿Será culpa de alguien? Si es de todos, entonces no es de nadie. Sabemos lo ridículo que esto suena. Por eso, tenemos esa facilidad de enfocar en una sola persona o momento de la vida el origen de nuestros patitos revoloteando por doquier.


Cuestionar la propia cordura es, ante todo, una señal de cordura. Quien crea que no está loco, no sólo tiene poca capacidad de autocrítica, también corre el riesgo de pertenecer a la gran –y equivocada- manada de los auto-suficientes.


Después de todo, ¿quién es apto de declarar como loco a otro?


Como bien decía Dalí, “La única diferencia entre un loco y yo es que el loco cree que no lo está, mientras yo sé que lo estoy.”


En otras palabras, a todos nos falta un golpe de horno y podemos tomar 2 posturas frente a esto: la risa o el trastorno.