martes, 14 de mayo de 2013

Nadie tira la primera piedra

Una mujer insiste en hundirse en un mar de intrincados pensamientos, causa de una duda que no la deja vivir en paz: “¿estaré volviéndome loca?”, le pregunta una y otra vez a cualquiera que se cruce, no queriendo convencerse de su incomprensión. Viéndose cara a cara con algo que siempre había visto desde niña como tan lejano, siente que no hay vuelta atrás; y de alguna manera se siente dueña de un sentimiento que pocos se animan disfrutar.


“A esta le falla”, dicen entre risas sarcásticas por ahí. Sin embargo, esta mujer es, a mi criterio, más coherente que todos ellos juntos.


Todo es loco, todos estamos locos. Le echamos la culpa a la vorágine de situaciones que sobrepasan nuestro entendimiento, al estrés que eso causa, al ruido que hacen los albañiles a las 7 de la mañana, al olor a quemado que sale de la casa del vecino al quemar basura… Hasta a nuestros padres, burros de carga que llevan consigo una pesada mochila de genes y características que, traspapelados entre archivos para el trámite del milagro de la vida, se atreven a invadir nuestro ser. ¡Cualquier cosa sirve para fundamentar nuestra locura! Como si eso pudiera librarnos de la calificación.


Si una persona perfuma el aire de amor, es pegajoso; si está feliz, sufre de euforia, por lo tanto tiene en la frente una gran etiqueta: LOCA.


El loco no le teme a la creatividad ni al absurdo


¿Será culpa de alguien? Si es de todos, entonces no es de nadie. Sabemos lo ridículo que esto suena. Por eso, tenemos esa facilidad de enfocar en una sola persona o momento de la vida el origen de nuestros patitos revoloteando por doquier.


Cuestionar la propia cordura es, ante todo, una señal de cordura. Quien crea que no está loco, no sólo tiene poca capacidad de autocrítica, también corre el riesgo de pertenecer a la gran –y equivocada- manada de los auto-suficientes.


Después de todo, ¿quién es apto de declarar como loco a otro?


Como bien decía Dalí, “La única diferencia entre un loco y yo es que el loco cree que no lo está, mientras yo sé que lo estoy.”


En otras palabras, a todos nos falta un golpe de horno y podemos tomar 2 posturas frente a esto: la risa o el trastorno.

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