viernes, 25 de marzo de 2016

Anoche soñé con vos

Anoche soñé con vos. En realidad, fue anteanoche, pero no me terminaba de cerrar cómo sonaba el título, así que lo dejamos en 'anoche'.

Anoche soñé con vos, y fue muy vívido. Yo estaba durmiendo en la pieza de abajo, en mi casa de Arrecifes. MI pieza, aunque  en los últimos seis años, tengo que admitir, perdió identidad. Fue mi pieza, de mi hermana, alguna vez fue tuya y antes, hace mucho, de nadie.

En fin, es la habitación más versátil de mi casa. Quizá por su tamaño, o su color verde oliva "neutro" asqueroso con el que yo nunca estuve de acuerdo; o porque está abajo y no hay que subir la escalera, como era tu caso.

Me desperté por la tos y fui al baño. Vuelvo tanteando con cautela la oscuridad, esquivando zapatillas, gata, silla... Veo la hora: tres de la mañana.

Enseguida concilié el sueño de vuelta, y seguramente volví a soñar alguna pavada.

Me volví a despertar por la tos, esta vez ya eran las 10. Decidí levantarme. Mamá estaba en la cocina poniendo la pava para el mate. Esperé a que pasara el agua al termo para poder hervir agua. Preferí un café bien caliente que me queme la garganta, a ver si se me calmaba esa tos de mierda.

No fue hasta que hablé con mamá, comentándole que mi mate se había roto y que quema la mano cuando lo agarrás, que me acordé del sueño.

"Sí, el otro día tuve que comprar una bombilla porque la que tenía se tapó y no hubo forma de destaparla. Ahora voy a tener que comprar el mate, y después la pava, y después no sé. Porque así fue mi semana.", le contaba mis mini desgracias. También se me quemó el tubo de luz y se me cortó la soguita del tender.

"¡Pero, hija, por el mate no te hagas problema! Mirá, acá tengo uno que me dio la abuela. Y eso que le dije que estoy llena de mates, pero ella insistió. Decía que algún día lo iba a necesitar. Es lindo, chiquito, lleva poca yerba. ¿Qué te parece?"

Diría que fue casualidad, pero no creo en eso. Mamá te había nombrado por algo tan trivial como un mate, justo en el momento en que uno se acuerda de los sueños: a la mañana, en ayunas.

Le dije que sí al tema del mate, pero el recuerdo fugaz empezaba a hacerse cada vez más presente.
"Vos sabés que, ahora que me la nombrás, creo que soñé con la abuela anoche...", y el creo se convirtió en un firme.

En el sueño, yo estaba acostada boca arriba, en diagonal. Mis pies a la izquierda y mi cabeza en la parte derecha de la almohada. Los que tienen gatos van a entender. Yo miraba al techo, estaba despreocupada de todo y podía ver cómo se asomaban tus manos, una después de la otra, acariciándome el pelo para atrás. Como solías hacer cuando nuestras meriendas se extendían por dos horas o más. Yo terminaba apoyando mi cabeza sobre mis brazos cruzados en la mesa y te miraba de costado. Entonces vos me hacías algún mimo de vez en cuando, diciéndome que qué lindo me queda el pelo así y preguntándome si estaba cansada. Te decía que no, así seguías contándome tus repetidas historias de vida.

Eras vos. No vi tu cara pero ambas sabíamos que eras vos. Al igual que las yemas de tus dedos, me dejaste ver tu pelo, apenas onduladito. Vos me mirabas, yo sé que sí. Y yo simplemente disfrutaba de tus caricias en silencio, mirando al techo...

viernes, 8 de enero de 2016

Hoy en "Términos peligrosos": Señora

"Leche, yogurt, mermelada, nuez moscada y... Ay, ya me olvidé. Eran 6 cosas en total, 4 eran lácteos. Era lech-...".

No quería terminar el trayecto al supermercado sin antes terminar de recordar la lista de cosas que tenía que comprar. "¿Pero por qué no llevás una lista?" O sea, no. Yo puedo sola. "Era: leche, yogurt, mermelada, nuez moscada, QUESO CREMA Y QUESO RALLADO. ¡VAAAAAAMO!"

Entré triunfante al palacio de manjares expres sin agarrar changuito ni nada (porque para qué tengo brazos si no) y encaré directo a la parte de lácteos. Para asegurarme de no olvidar nada, preferí un método más meticuloso todavía: 6 cosas. 4 eran lácteos. De esos 4, 2 eran quesos. No podía fallar. "Los lácteos tenés que agarrarlos a lo último, así no están sin frío por mucho tiempo", las palabras de mi vieja retumbando en mi cabeza. No importaba, corría el riesgo.

Mientras buscaba la mermelada escucho "¡Fulanito, vení para acá! ¿De dónde sacaste eso? Dejalo ahí. ¡Vení! Ay Dios... ¡Que vengas, te digo!". Los chicos de la verdulería y fiambrería largaron una carcajada de complicidad para con ese Fulanito. Tenía que darme vuelta y ser parte...

Un Nene Obeso de unos 3 añitos corría de góndola en góndola con cara de ladilla con un paquete de papel higiénico. Los nenes gordos siempre me dan ternura, aunque este me causaba un poco de lástima. De repente, pensaba en los nenes que son crueles, su salud, no sé. Me pregunté si su sobrepeso era consecuencia de un descuido de sus papás o era algo genético. Me incliné más hacia la primera opción pero quién soy yo para juzgar. Nunca se sabe. De todas formas, me invadió la ternura y no pude evitar una sonrisa mientras lo seguía con la mirada.

Su papá tenía cara de pocos amigos. Realmente quería que el mocoso se dejara de joder.

Mientras tanto, ya me dirigía a la caja. Abrazando con mis brazos y pera todo lo que había ido recolectando, llegué justo 2 segundos antes de tirar todo a la mierda. Porque el changuito se agarra cuando vale realmente la pena. Eso es sabido.

Nene Obeso viene corriendo hacia mí y se pone justo delante mío. De forma entusiasta, empieza a poner algunas cosas en la caja, mientras la chica, confundida, pasaba por la registradora mis productos mezclados con los suyos. Otra vez me reí y le digo al papá: "Ya sabés a quién mandar a hacer mandados más adelante", como quien ignora de forma simpática que SE ESTABA COLANDO. 

A Papá de Nene no le hizo mucha gracia. Se notaba que cada vez que hacía las compras la pasaba para el orto. Eso... o estaba constipado.

Inmediatamente, le aclaro a la chica que ese detergente no era mío.

En el momento menos pensado (y no hablo de la tarde, sino de mi vida), ocurre lo que algún día iba a pasar. A algunas amigas ya les había pasado pero yo lo veía lejano.

"Fulanito, qué hacés? Sacá eso de la caja! Vení, ponete atrás de la señora".

La cajera mira boquiabierta a Papá de Nene, luego a mí, sin cambiar de expresión. Al notar que dicho sujeto no se percató de nada (porque lo único que quería era finalizar la tortura de las compras), exclama, casi balbuceando: "T - Te dijo... señora!"

No recuerdo bien qué pasó después de eso, porque se me nubló la vista y me desvanecí.
No, mentira. Pagué y me fui confundida pensando qué carajo acaba de pasar.

Me quedó un tic nervioso.