lunes, 31 de diciembre de 2012

“estamos como en la Navidad de Europa casi” dijo mi viejo

domingo, 9 de diciembre de 2012

A oídos sordos, palabras necias


Cuántas veces habremos escuchado que no se valora lo que se tiene hasta que se lo pierde… Tampoco le prestamos atención a esta maldita frase hasta que nos falta algo. Asentimos con la cabeza mientras la pensamos y recordamos aquellos momentos felices en que todo era bonito y nos chupaba un huevo la frase. Antes que nada, no quiero que se hagan la cabeza pensando a quién o qué fue lo que perdí y que ahora se me ocurre valorar. No, no se me murió un familiar, no perdí un amigo, ni mi mamá dejó de hacer comida rica. Es, en cambio, algo más personal todavía. Una parte de mí que ahora está muerta, nula, rebelde, y lo he notado desde hace ya 10 días: mi oído derecho.


Creo que en alguna de mis publicaciones anteriores mencioné mi terror a quedarme ciega algún día. No es que sea propensa, pero uno se imagina cosas espantosas de vez en cuando para valorar recién ahí las maravillas de la vida.


PARÉNTESIS…


Paso a contarles, en pocas palabras, lo que ocurre con mi oído. En un primer momento pensé que era un simple tapón de cera (desagradable, pero ya me pasó una vez por mi obsesiva limpieza). Pero el otorrinolaringólogo me desasnó diciendo que tuve un resfrío que tapó de líquido el conducto BLA, BLA, BLA y mi oído interno no tiene aire. Eso produce mi sordera, por lo que escucho un 20% y el otro 80% lo supongo. Por lo tanto, mis respuestas no siempre entran en el cuadro de coherencia de la conversación.


…CIERRO PARÉNTESIS


Al principio me fastidiaba bastante el hecho de no escuchar bien o soportar el chiste fácil, ese de las muecas, como si yo no escuchara nada. Pero anoche me dí cuenta de que las carencias tienen un sabor más que interesante.


Como les decía, fue anoche que compartí una cena con -entre otros- gente que conozco hace años y con eso no quiero decir que me agraden. Dar vuelta la cara cuando paso por enfrente, evitar mi saludo y caras raras no están dentro de mi definición de simpatía. Por ende, que me den besos y abrazos en público entre charlas insípidas ignorando lo anterior, es mi definición de falsedad.


Mientras comíamos, las charlas se fueron opacando con el hambre de a poco saciado. Cerveza va, pionono viene, una petición salvaje aparece:


(Persona Falsa): -Me (palabras confusas)…?


(Yo): -¿Cómo?


(PF): -Que si me alcanzás el destapador (todos se voltearon tras ver un intercambio de palabras entre dos personas que se repelen)


(Y): -¡Ah, sí, tomá! Es que estoy sorda de este oído (señalando el derecho, y un poco sarcástica).


La PF se sintió intimidada tras mi pregunta, ya que no tenemos más trato que el obligatorio. Tal vez pensó que le estaba tomando el pelo, pero juro que fue espontáneo. Aunque pensándolo bien…


Haciendo una evaluación de la noche, lo bueno de esto es que si decían mi nombre entre murmullos, no lo escuchaba. Si me pedían que me parara para buscar bebidas, entre que me repetían, ya iba otro y yo zafaba. ¿Qué más puedo pedir?


La sordera me trae beneficios, aunque molesta.


Así que a la frase no se valora lo que se tiene hasta que se lo pierde, le agrego y si no, siempre se le saca provecho.


No, mentira. ¡¡¡¡Por favor, quiero escuchar bien de una buena vez!!!!

miércoles, 31 de octubre de 2012

Somos cómplices


¿Te gusta que te digan la verdad por más desagradable que sea, o preferís las mentiras utópicas a modo de parches? ¿Odiás a esa persona que le tocó la desgracia de darte la mala noticia, o agradecés de forma angustiosa que te haya sido sincero? Para ser un poco más clara, ¿sos cómplice de las mentiras aceptadas socialmente?


Si te interesa saber que prefiero yo, seguí leyendo. De lo contrario, podría decirse que hasta acá llegó mi gracia.


Antes de continuar, es necesario decirte que las mentiras no me gustan en ninguna de sus versiones. Ni las conocidas ni las disfrazadas, ni una. Obvio, ¿no? como si a alguien les gustaran. Sin embargo, debemos reconocer que muchas veces somos conscientes de una mentira, que se justifica por algo tan quemado como “el fin justifica los medios”.


Mentiras convenientes, camufladas con algunas verdades y palabras engolosinantes (*) nos hacen sentir parte de la sociedad, cuando sabemos que son nada menos que grandes… mentiras.


Pero, ¿qué pasa cuando cierta gente las crea a espaldas nuestras para su propio beneficio? Lo que a mí me pasa es que me siento excluída, sorprendida, usada, pero sobre todo engañada. Porque, claro, ¡me están mintiendo en la cara! y hasta que uno descubre la verdad de la milanesa, se hicieron atrocidades.


Sin embargo, prefiero eso a que mientan descaradamente. Es decir, sin disimulos ni preocupaciones. Me indigna demasiado saber que algo no es verdad, con muchas pruebas, y todavía así los mentirosos siguen con su labor.


Mentiras más, mentiras menos. Lo único que cambia, entonces, es que yo sea cómplice de ellas, o bien que sea su blanco fácil. Cualquiera de las dos posiciones son las más cómodas. Todavía hay una tercera: decir y aceptar la verdad.




(*) Creo que no existe esa palabra, pero en este blog está permitida.

martes, 30 de octubre de 2012

Shopaholics NO abstenerse

Vivimos en un mundo en el que las publicidades nos bombardean por todos lados. Nos traspasan todos los sentidos, ni la ropa se resiste. Llegan hasta lo más profundo de nuestras entrañas. Hacen una especie de violación a nuestro organismo, ya que no preguntan si estamos de acuerdo con la intromisión.


“Faaaaa, descubrió América esta chica”, dirán ustedes, y con justa razón. ¡Pero no se rían! ¿Acaso no saben que están las venas, las arterias y los “conductos publicitarios”?


Bueno, me pasé un poco… Es que a veces no se si reírme y seguir el jueguito enredante de la publicidad, o bien cambiar de canal (o pasar la página, o poner una radio con música…)


A ver, ¿cómo decirlo de una forma que suene no tan estúpida?


Señor cocinero pseudo francés de silueta más bien redondeada: no le voy a permitir que me diga con esa seguridad que Tofi o Águila son sabores, porque no lo son. Está demás que lo aclare, creo, pero son marcas. ¡Ambas de chocolate!


El siguiente caso que les voy a presentar, a aquellos que no lo conozcan, necesito que lo tomen en serio. Porque, créanlo o no, es una publicidad que se pasa a diario por muchos canales sin muestra alguna de vergüenza o intención subliminal. Me refiero a la que muestra abasto risas, emociones, delicias, gustos, miradas, charlas, marcas, colores, estilos, baños, olores, temperaturas, razas caninas, pedos, eructos, residuos, bolsas para los residuos y mucho más; todo eso en un solo lugar, super novedoso e inigualable como lo puede ser un…


PRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRR (tambores que generan intriga)


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UN POQUITO MÁS…


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YA CASI!


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Shopping.



Sí, esa misma reacción tuve yo cuando vi por primera vez la publicidad. Patético. O sea, no me jodan.


Y esto fue un poco lo que pienso acerca de la publicidad de hoy. ¡No generalizo! Hay muchas que están buenísimas, como esas que veo 7 veces y no me canso de reír, ya sea por su nivel de “bizarrismo” o ingenio.


Espero que compartan aunque sea un poco lo que pienso. Y si no, ¡váyanse a vivir a un shopping!

lunes, 15 de octubre de 2012

Creo que te conozco


Hace unos días leí: “No seas fácil de describir”. Enseguida me hizo pensar en cómo pudo haberse originado esa frase.


¿Qué puede tener de malo ser fácil de describir? Entonces me bastaron unos pocos segundos para comprenderla a la perfección.


Ser fácil de describir es estar compuesto por elementos básicos, además de tu historia, ese camino que se recorre hasta llegar donde se está hoy.


Al causar una primera impresión, el proceso sería, básicamente, el siguiente:


Uno de tus elementos básicos llevaría de inmediato al resto, como algo espontáneo y sin que hayan tenido un preconcepto tuyo. Tan sólo esta primera impresión es suficiente para que todo eso ocurra, y sin que hagas ningún esfuerzo. ¡Solamente siendo!


Ante esto, sólo un adjetivo se me pasa por la cabeza: ABURRIDO.


Vayamos a lo concreto. Pensemos en alguien ruidoso e inquieto; amiguero, por lo tanto, no familiero. Ya sé, no me digas nada. A que viene de una familia inestable! La cual le presta poca atención. Aunque no demuestra remordimientos por eso, no quiere estar ligado a sus responsabilidades. Pero utiliza implícitamente la carencia de atención de parte de su familia como justificación a eso.


¿Viste? Me llevó un rato armar este estereotipo de persona, sin basarme en nadie en especial. Y estoy segura de que se te pasó por la cabeza algún chico o chica con estas características e historias.


Gente fácil de describir. Se pueden predecir sus reacciones ante ciertas situaciones, como muchas veces me pasó. Y no porque las conozca de antes, sino por su similitud con otras personas que sí conocía. Puede que sus realidades sean muy distintas, pero escriben historias que la gente ya sabe.


Siento curiosidad por los “fenómenos” con los que me crucé hasta ahora. Ellos escriben historias que atrapan y te salen con reacciones poco comunes o que uno, tan ingenuo, cree que no cuadran con su descripción. 


Gente indescriptible. Gente impredecible.

lunes, 8 de octubre de 2012

Cuando veas el bosque, y no el árbol.

Veo una mirada que chorrea ironía. Se esconde detrás de una sonrisa brillante, pero no lo suficiente como para que no la note. Las cejas discuten entre sí, porque una de ellas no puede evitar levantarse, sin importar que a la otra no le simpatice la idea.


Presencio uno de los sarcasmos más evidentes de mi vida, sin que, por eso, se dirijan a mí. Pero vos no te darías cuenta de eso. Te limitás a escuchar lo que te dicen, sin percatarte de todos estos detalles grotescos.


Y yo sólo estoy ahí, sorprendida del descaro y abrumada por tu indiferencia ante tanta obviedad. Es que, ¿en serio no te das cuenta?


Tu comprensión es mucho más llana que la mía. No captás segundas intensiones, ni dobles sentidos, ni sarcasmos, ni mucho menos una simple indirecta que es más frontal que muchas que se hacen llamar directas. En fin, tu vida es más simple que la mía.


No me jacto de eso. Por el contrario, digo con toda convicción que soy malpensada, desconfiada hasta de un ser tan transparente como lo es un bebé, entiendo muchas cosas que para el común de la gente pasan desapercibidas delante de sus ojos. Encuentro malas intenciones donde ni siquiera se quisieron hacer presentes (pero lo eran).


Muchas veces me enojo conmigo misma por ser la única que ve cada detalle con tanta claridad, y que me permite sacar conclusiones mucho antes que los demás.


A la larga suelo tener razón, pero mientras tanto, si digo algo soy malpensada o hasta me pueden tildar a mí de tener las malas intensiones.


¿Qué hago entonces? Me callo, pero con la guardia alta. Hasta que sale a la luz para todos, se siente como una picazón incomoda en la consciencia.


A veces me gustaría ser como vos, tener una visión más simple de la vida en general, no ser tan sensible y perceptiva; vivir más el aquí y ahora, y no tanto el “todo junto, ya, DATE CUENTA”.


Pero tendría que taparme los ojos, amputarme las orejas, coserme la boca y pegarme los dedos.


Por ahora, eso no está en mis planes. Seguiré con alergias psicológicas, encontrando árboles con carteles fluorescentes que dicen “quiero llamar la atención”, pero que son… simplemente invisibles a tus ojos. 

viernes, 5 de octubre de 2012

Ese sonido

miércoles, 3 de octubre de 2012

Conclusiones nocturnas

Anoche tuve una pesadilla. Miro el reloj:3.05


Las mías casi siempre involucran la muerte; muerte en diferentes formas, pero siempre de un ser querido.


Es por eso que cuando me despierto, sobresaltada con lágrimas en mi pelo (porque estoy acostada, claro), tengo, por un lado, un alivio por haber sido sólo un sueño; y por otro, un profundo sentimiento de culpa. Como si yo fuera la responsable de las muertes indeseadas.


Dí vueltas para volver a dormirme; tenía miedo de una seguidilla de sueños desagradables.


Cuando esto me pasa, lo resuelvo fácilmente. Llamo a quien haya “muerto” para asegurarme de que todo está como siempre y para… ¿lavar las culpas? Pero hasta la mañana siguiente siento esa amargura con un origen tan estúpido.


Pero anoche, entre lágrimas y pensamientos rebuscados, pensaba qué pasaría si no fuera una pesadilla. Porque aclaro, el hecho de que sea producto de mi subconsciente no quiere decir que no sea posible.


Y me puse un tanto paranoica, dándome cuenta de que la muerte puede encontrarnos cuando cruzamos la calle, si viajamos, o a la vuelta de la esquina. Pensaba en todos y cada uno de mis amigos, familiares, que podrían estar en este preciso momento cara a cara con la muerte.


Y entonces me dí cuenta…


Mi miedo está, no tanto en perder frente a la muerte, sino en perder a mi gente de una forma poco digerible.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

“…De modo que optaron por no volver al cine, considerando que ya tenían bastante con sus propias penas para llorar por fingidas desventuras de seres imaginarios.”


Cien años de soledad. Gabriel García Márquez.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Pasa en las novelas mexicanas. Pasa en la vida real.

Cambio de slogan, sí. TNT, publicidad conocida… Les suena, ¿no?


Hoy recibí una llamada anónima de alguien que evidentemente no puede ver feliz a los demás. Alguien que no lo disimulaba y quería dejarlo bien en claro. Alguien, en una palabra, infeliz.


“Perro que ladra, no muerde”, dicen. Y redoblo la apuesta, riéndome de las cosas carentes de sentido que me dijo. Me río porque realmente me causa. Aclaro, ya que uno puede reírse de los nervios, para demostrar superioridad, o a costa de otros, en fin, por tantas cosas. Claro, no me río con ‘alguien’, sino de ‘alguien’.


No es mi intención dar consejos de vida, ya que soy la menos indicada en todo eso. Igual, no creo que la felicidad de uno sea indirectamente proporcional a la de otro (si es genuina). 


Hay algo de lo que estoy segura, y es que ‘alguien’ tiene envidia y veneno que lo está matando por dentro. Y esas son las etiquetas que voy a usar para esta cosa que escribí. 


¿Quién no imitó alguna vez a los actores de novelas mexicanas, con sus argumentos playos y frases sobreactuadas? Entonces, saben a lo que me refiero.

sábado, 25 de agosto de 2012

Con todo respeto

Como ya más de una vez me ha pasado, tengo todo en la cabeza listo para que salga a la luz, cuando algo se me cruza por el camino. Si después tengo un tiempo, ya no es lo mismo escribirlo con esas ganas propias de las ideas recién salidas del horno.


Por ejemplo, ayer iba a contarles lo indignada que me sentí tras escuchar a la Sra. President’A’ de la Nación, hablando de los jóvenes y haciéndose la copada. Otro día les contaré por qué me causa esa sensación cada vez que la escucho.


El asunto es que me compenetro tanto en lo que pienso que quiero que todo aquel que tiene la desgracia de escucharme TENGA QUE terminar creyendo que es así. “Relajate un poco, nena”, me dijeron ayer cuando me escuchaban decir cuanta conclusión salía de arduos pensamientos, tratando de traducirlos a palabras legibles. ¡Es que dentro de la cabeza de uno suena tan coherente! El tema es cuando lo vas a decir en voz alta. Muchas veces me sentí ridícula, sobre todo cuando lo único que conseguía como respuesta era un simple ajá, o y bueh.


Si dejo de preocuparme, estoy muy segura que el mundo seguirá el mismo rumbo de siempre. Una cabeza menos estresada y eso es todo. ¿Pero si no es tan así? ¿Si es eso lo que nos quieren hacer creer?


Para serles sincera, no me interesa que alguien como lo que representa la figura de CFK (con todo el respeto que se merece) incentive a los chicos a participar en x partido político, o a juntarse a tomar unas cervezas. Por mi parte, lo hago y lo he hecho sin saber si contaba con su consentimiento porque poco y nada me interesa (hablo de las cervezas, claro). 


Me gustaría que en vez de hablar de pelotudeces, deje de anular cabezas. Y que deje de hacerse la copada con los pendejos. Ya está grande, che.

lunes, 13 de agosto de 2012

Un pájaro de origami

Un pájaro de origami estaba pegado en la pared de una habitación. Pasaban las semanas, los meses, las estaciones y él seguía ahí, intacto.


Al principio, era motivo de orgullo para su creadora, quien siendo una niña de apenas 8 años, mostraba a todos sus visitantes sin falsa modestia, lo que sus diminutas y húmedas manos habían logrado hacer luego de un arduo trabajo paso a paso.


Al tener tiempo de sobra, el pájaro lo ocupaba observando cada detalle que en el rosado cuarto le llamara la atención. Luego hacía una vista detallada por aquellos rincones que antes pasaron desapercibidos ante sus ojos.


No tardó en darse cuenta que estaba rodeado de clones. En todos los tamaños, colores y papeles que la niña tuviera a su alcance, practicaba su nuevo logro. Algunos eran ciegos, ya que se le había olvidado dibujarle el ojo que se veía de perfil. Pero él era especial, el primero en su especie y, por lo tanto, el veterano del lugar.


Pasó meses intentando tener contacto visual con los que tuvieran esa posibilidad, pero parecía algo imposible. Todos lo evitaban, como si fueran a contagiarse de esas ansias de volar de ese sofocante cuarto con olores dulces y juguetes pegajosos.


Este pájaro no veía la hora de poder cumplir ese sueño que atormentaba sus días y noches.


La luz del sol era obstruida por las cortinas durante todo el día, esperando la noche para que se abriesen y dejaran entrar la suave brisa fresca. El verano había llegado, y con él, la desesperación.


El calor iba provocando que la cinta con la que la creadora lo había atrapado hace unos cuantos meses a la pared, fuera separándose de a poco. El peso de su material no ayudaba mucho, pero sus ilusiones eran fuertes y su mirada estaba fija en la ventana.


De repente se despierta, producto de un fuerte impacto: el gran día había llegado. Había caído al suelo. Las condiciones eran propicias para que se escapara. La nena dormía, era de noche  y la ventana estaba abierta. Nunca había volado, pero suponía que no sería difícil, ya que había observado largas horas por la ventana a los que estaban el libertad. Bastaba con tener ganas nomás.


Luego de practicar y caer unas cuantas veces, lo logró. Salió por la ventana y respiró el olor a libertad. Ahora sólo restaba que fuera real…

sábado, 7 de julio de 2012

Aire

                                                             Escrito el 1 de agosto de 2011 




Estaba sentada en mi cama, enfrente del huequito en el que había puesto el sahumerio que acababa de prender. Cuando me di cuenta, había estado unos 30 segundos hipnotizada con el humo que salía de él. Al principio era una línea recta, que luego se iba transformando en ondulaciones irregulares pero armoniosas a la vez. Me llamaba la atención ver cómo, en pocos segundos, salía del extremo del sahumerio hasta mezclarse con el aire del ambiente sin poder ser perceptible por el ojo humano.


De repente, el humo salía ya desde el extremo del sahumerio con ondulaciones cortas, como si alguien con Mal de Parkinson estuviese sosteniéndolo. Tal vez alguna pequeña correntada de aire provenía del cerraje de la puerta del costado. Fue entonces que lo rodeé con mis manos procurando atajarlo, pero el simple hecho de mover mis manos cerca del tímido fuego que generaba ese curioso humo, hizo que se rompiera del todo la delicadeza con la que se despedía desde que era generado. Me sentí tan brusca ante el arisco humo casi blanco, que hice temblar el sahumerio para sacudirlo de los 1,5 cm de ceniza que, por cierto, me ponía más nerviosa todavía.



martes, 3 de julio de 2012

Verdad(es)

ACLARACIÓN: Empecé a escribir esto la semana pasada y por falta de tiempo lo dejé sin publicar. Digo nomás porque ya empieza con “hoy tuve clases”, cuando en realidad fue hace bastante. Pero de una semana a otra es dificil que haya cambiado de parecer, así que aquí les dejo otro cacho de pensamiento, obviamente dispuesta a escuchar o leer uno diferente :)


Hoy tuve clases de Problemática Social, Política y Económica. Como siempre, esa clase me deja pensando hasta horas despues de cursada.


Hoy un compañero expuso sobre Gianni Vattimo. Cuando dio pie para debatir, no tardamos en levantar unas cuantas manos para dar el punto de vista de cada uno.


Este Vattimo dice, en pocas palabras (y entre otras cosas) que la sociedad debería acostumbrarse a concensuar en absolutamente todo. De esta manera, no habría una sola verdad absoluta y, al mismo tiempo, todas estarían bien según la perspectiva desde la que se mire.


Está comprobado que adquirir algo como la legitima verdad puede traer muchas controversias, ya que nadie es quien para decir que es así, cuando en verdad es algo subjetivo. Por el contrario, si aceptamos la variedad de verdades como la mejor forma de vivir, nos estaríamos ahorrando discusiones y malos momentos en vano.


Hasta aquí Vattimo parece ser bastante cuerdo con su postura. Si algo hay que destacar es que esa es la pura verdad. Parece que me estoy enredando entre palabras, ¡pero es que el hecho de que haya múltiples verdades no es más que la verdad misma!


Retomemos. A esto lo basa en los medios de comunicación, que quieren mostrar su postura como la verdad… defenestrando a otras. Supongo que Vattimo sugiere que si esto no fuera así entonces sería mas facil creer a los medios en general como una sola entidad


Pero si así no fuera, yo creo que nos volveríamos locos. Lo estoy llevando al extremo, pero siempre hay que pensar qué pasaría en el peor de los casos, ya que está demostrado que siempre que queremos consensuar en lo que sea, hay algo en lo que fallamos.


Imaginate que en un mismo canal haya 2 noticieros diferentes (uno oficialista y el otro no, por ejemplo). Sería un golpe fuerte a la dignidad, ¿no te parece?

jueves, 14 de junio de 2012

Exhibicionistas

Entro a la página de inicio de Facebook y ¡CHAN!: Imagen violentamente shockeante aparece ante mi vista.


¿La fórmula de Coca Cola, una madre con verdaderas canas verdes, se muere la P…? se preguntarán ustedes. Nada más lejos de la realidad.


Era una foto de dos estúpidos con caras de orgullosos, posando, por supuesto, y un fondo verde, tipo en un descampado o algo así. Cuando veo qué era lo que estaba detrás de ellos, eran perros.


Me costó ver qué era lo sorprendente de la foto ya que, insisto, las caras de los chicos eran bastante inocentonas. Al principio había visto la cara de un perro, pero luego pude ver otra más. Estaban colgados estos animales a un tronco, obviamente ya desnucados.


Para todos los que le tenemos un profundo cariño a los animales, este tipo de imágenes son sumamente fuertes. Generan impotencia, y el amor que se les tengo a estos seres que hacen de este mundo un poco mas tierno e inocente es directamente proporcional al odio que estos infelices despiertan en mí. (Rendí parcial de estadística. Quienes lean, sabrán comprender…)


No es la primera vez que me choco con este tipo de imágenes. Animales, casi siempre perros callejeros, son víctimas de explosivos en el hocico, patadas, latigazos y vaya uno a saber qué actos insensibles más que ni quiero imaginar.


Ahora, a lo que yo voy es… ¿Hace falta, carajo, andar mostrando esas cosas a todo el mundo? ¿Es necesario ser tan gráfico con lo que se quiere decir?


Si los que hacen esas giladas y disfrutan de hacerlo ven estas fotos, será como el obeso que sabe que lo es y sigue comiendo porque así es feliz.


Quienes tenemos la desgracia de verlas y tenemos un grado de sensibilidad alto para con estas “animaladas”, nos angustiamos más sin poder hacer más nada que masticar la propia bronca.


Todos habremos escuchado que una imagen vale más que mil palabras. Muchas campañas publicitarias llegan a su objetivo a través del fuerte impacto. Pero el impacto va dirigido a un target previamente elegido. Y no creo que este sea el caso.Si sale el tiro por la culata, entonces dejen de disparar de esa forma.


¿Ves a un negro apuntándole con la gomera a un pájaro? ¡Abrí la boca! Hacele saber lo mierda que es. No le saques una puta foto al pájaro muerto para subirla al puto Facebook después y mostrar tu compasión por los animales. Ni a mí ni a muchos otros nos interesa en lo más mínimo, creeme. Tu exhibicionismo sensiblero no sirve. Si estás de acuerdo, no tenés que compartir. Basta con ponerlo en práctica, el problema de hoy.

lunes, 4 de junio de 2012

Levitando

Hoy hice algo que hacía rato no hacía: caminar por la calle con los auriculares puestos. Me había olvidado lo bien que se siente andar por ahí ignorando todo alrededor.


En realidad, no me gusta mucho eso de ir como un ente sin darle bola a nadie. Siento que estoy en una burbuja, cuando la verdad es que sí estoy en todo un mundo que me envuelve. Soy de esas personas que, una vez que pone play con el volumen a todo lo que aguanten mis oidos, presto atención a lo que quiero mientras canto en mi mente o pienso en vaya uno a saber qué. Si me saludás, es posible que no me dé cuenta. Me pasa sin auriculares, así que…


Por eso admiro a aquellos que pueden hacer simultáneamente lo que sea sin dejar de prestar atención a muchas cosas a la vez mientras escuchan su canción favorita.


Por lo general, a eso yo lo dejo para los viajes, cuando no tengo quien me acompañe; cuando no importa lo que mires, siempre va a ser el campo infinito al costado de la ruta. No hay vidrieras, ni conocidos, ni postes que te puedas llegar a chocar. Sólo la música y yo.


Pero hoy reviví eso que, por hacer tanto que no viajo, no hacía. Iba flotando, cantando entre dientes canciones que nadie escuchaba. Era una cosa entre la canción y mi persona que nadie más que yo iba a entender, y no me importaba porque se siente bien :)

domingo, 3 de junio de 2012

Moneda de $3

Creo que esto de escribir es algo terapéutico ya. Cada día que me es pesado, monótono, o un poco deprimente termino escribiendo porque siento alivio. Lo recomiendo y es gratis. Y mis disculpas a los psicólogos, pero no hay mejor terapia que la que resulta de hacer lo que a uno más le gusta.


Paso a lo que me lleva a escribir esta noche.


Se trata de algo que me toco vivir hace apenas unas horas. No pienso decir cuántas, para evitar cuentas.


¿Vieron cuando no saben por qué, pero una persona les cae mal? Son esas ocasiones en las que sacamos conclusiones antes de tiempo. En otras palabras, prejuicios. Esos malditos prejuicios que ponen barreras muchas veces innecesarias.


Sin embargo, muchas otras veces e increíblemente, el tiempo nos termina dando la razón. Alguna vez leí que cuando alguien te cae mal sin conocerlo, posiblemente hay gestos o expresiones que decodificamos inconscientemente. Esta palabra clave es con la que ahora uno viene a entender muchas cosas, como ese presentimiento de que hay algo de falsedad o hipocresía en el otro. Algo oculto detrás de esa mirada brillante y esa risa que retumba en uno que otro oído.


No quisiera que se me tilde de rebuscada, aunque sí lo soy, pero no en este caso. Créanme, lo que vi hace unas horas podría ser entendido igual que yo lo hice, si tan solo se le prestara atención.


Basta con mirar a los ojos al otro para ver si una sonrisa es genuina o está siento total y descaradamente forzada. Y esta persona en cuestión, no lo disimulaba para nada. No entiendo cuál es el problema de estar serio si lo que te dicen no te causa gracia. Reírse como monigote por algo que ni siquiera entendiste no te hace más simpático ni menos estúpido.


¡Me encanta la gente que se ríe! Peeeeeero…


…me irritó mucho que le estaba diciendo algo a esta persona, no terminaba de decirlo ¡y ya estaba que se moría histéricamente de la risa! Miraba a todos lados. Le faltaba un cartel en la frente que dijera “hola, me estoy riendo aunque no entiendo un carajo lo que me dicen, pero no importa porque quedo como re copado y la gente va a pensar que soy simpaticón”.


OK. Respiremos hondo. Por ahí un cartel así sería un poco incomodo de cargar en la frente, ya que ésta sería muy chiquita. Pero, para adaptarlo al tamaño diría “tirate un pedo en mi cara que me rio”.


Perdón por ser tan gráfica en las situaciones que me imagino, pero creo que tranquilamente esto podría pasar.


Miremos a los ojos, diferenciemos a los simpáticos de los hipócritas. ¿La razón? Simplificar la vida.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Atando cabos

Estaba sentada ayer cuando recién empezaba la clase de problemática social, política y económica contemporánea (sí, todo eso es el nombre de la cátedra), simplemente “Problemática”.


Antes del que el profesor comenzara con la clase, leía rápidamente mis apuntes tomados la semana pasada. El apuro de escribir todo lo que me parece importante de lo que dice el profesor hace que mi letra no sea muy legible, pero como soy consciente de eso, me tomo el trabajo de resaltar de alguna forma las palabras claves. En fin, nada de otro mundo y supongo que a muchos de los que escribimos todavía en hoja de papel nos pasa.


Las últimas dos clases fueron sobre la democracia: cómo y dónde surgió, qué implica, qué riesgos acarrea…


Una y otra vez veía una palabra que, como dije antes, escribía en mayúscula, subrayaba, hacía recuadros para que quedara bien clarito que no se me podía pasar por alto: CORRUPCIÓN.


Reconozco que suelo mezclar las declaraciones de los profesores con las conclusiones o asociaciones que yo hago por mi cuenta, pero puedo diferenciar una de la otra. Cuando vuelvo a leer, me acuerdo qué pensaba cuando lo escribía.


Entonces, volviendo a lo que me condujo a escribir hoy, recién ayer, haciendo un escaneo rápido de esa letra desastrosa, pude notar este fenómeno. Y digo recién ayer porque las dos clases anteriores escribí cosas aisladas, sin pensar. Simplemente no tuve tiempo de sentarme a ver qué había escrito antes. Así que iba las últimas clases, escuchaba y escribía sin relación alguna.


Es por eso llamo mas mi atención que a pesar de haber escrito sin asociar nada de clases anteriores, en todas ellas insistía en la corrupción.


En mi universidad no vas a ver inclinación hacia ningún tipo de partido político. Cada uno tendrá la suya, pero no es algo que se promueva acá, debido a la naturaleza de la institución. Y el profesor de esta catedra no es la excepción, pero sí deja siempre en claro que la corrupción conduce a la ruina de cualquier forma de gobierno. Parece no tener intenciones de ocultar este aspecto, y concuerdo con eso. Después de todo, ¿acaso hay alguien que piense lo contrario? No, mejor no contestes.


Keynes sostiene que el asistencialismo es necesario y de ninguna manera debe ser eliminado. Destaca dos tipos de asistencialismo: el genuino, que existe como un trampolín para el desarrollo; y por otro lado… ¡tan-tan-tan-tannnnnn!: la maniobra política.


Es una cuestión de dignidad. Es decir, el día que no se necesite más esa ayuda, se sentirá vergüenza por usarla pudiendo salir delante de manera digna y no como un mantenido.


Pero cuando no importa la dignidad de la gente, cuando ya se torna alevoso y descarado, entonces eso es corrupción.


Fragmentación social, aumento de sectores marginales, aparición de nuevas formas de pobreza (*)… ¿La causa? Adivinaste.


El gobierno autoritario pisa fuerte. Y del dicho al hecho, hay un largo trecho. Pero del autoritarismo al totalitarismo no tanto. Según mis apuntes -disculpen que cite mis pobres anotaciones-, este último es un exceso de poder tal que se mete en la propiedad privada y directamente en el bolsillo de la gente. Ah, y ya que está, en la dignidad también. ¿Te suena?


No es mi intención dar una clase de corrupción o, en su defecto, de vida utópica. Pero hasta en la nube de pedos que vivimos podemos darnos cuenta de que esto no concuerda con la democracia teórica. Entiendo que es difícil bajar a la práctica muchos proyectos.


Pero esto no es Democracia vs. Corrupción. Por lo menos no debería; corrupción no es una forma de gobierno, es una muy mala herramienta, de hecho. Esto es corrupción con un disfraz trucho de democracia.


Robar para fines mayores no te convierte en un puto Peter Pan. No se trata de mayor o menor corrupción, sino de corrupción.


(*)Che, suena lindo “aparición de nuevas formas de pobreza”. ¡Hasta parece innovador, Ja!

domingo, 27 de mayo de 2012

La magnitud es subjetiva

No sé hasta qué punto es válido pisar cabezas a costa de un beneficio. O cuál es la línea que divide los fundamentos de los pretextos. Supongo que no tiene nada que ver con las razones que nos llevan a los seres humanos a tomar determinaciones. Si por eso fuera, entonces todo sería tan relativo, tan aceptable como que comemos carne porque tiene propiedades irremplazables. Más bien diría que depende del peso de la conciencia de cada uno. Un simple ‘Allá vos’ muchas veces funciona para evitar insensibilidades, pero no siempre. Por su parte, el ‘¿y por qué no?’ hace lo suyo.


Estamos en medio de un mundo cada vez más individualista con el SÁLVESE QUIEN PUEDA bien instalado como forma de vida. De ahí parten tantos caminos como sean posibles.


Los días nublados (últimamente muchos), resaltan el color del pasto. ¡Parece fluorescente! Qué cosa más linda. Caminando, miraba el piso y noté que había muchos mini-montículos de tierra. Pero cuando digo muchos, es porque eran realmente muchos. Todos a lo largo de las veredas con césped.


Al principio, a simple vista parecían no ser otra cosa más que hormigueros, como esos que uno a veces sin querer pisa y… mete la pata. Sin embargo, no me costó creer que más que simples hormigueros, eran escapes a la salvación.


No quiero ser exagerada. Creo que las hormigas también tienen derecho a seguir ese instinto que los seres humanos adoptamos de manera casi enfermiza, cueste lo que cueste.


Ellas, sin saber que llamaron mi atención, también me despertaron compasión. Tan pequeñas y frágiles las imagino queriendo escapar del bombardeo húmedo y cruel. Sus reservas conservadas por vaya uno a saber desde cuándo y hasta para cuándo, destruidas en cuestión de minutos por un chaparrón.


El pánico las cegó por completo, dejando apenas unos tímidos signos de desesperación en el suelo que con indiferencia pisamos y aplastamos. Pasan tan desapercibidas que ni se pasa por las mentes de los caminantes. Esquivando sus hormigueros por miedo a ser picados… Sí, seguro.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Noticias atemporales

Leí en Infobae hace un rato un titutar que decía “Una empresaria minera australiana es la mujer más rica del mundo” y entré a leer la noticia entera para ver por qué era -valga la redundancia- una noticia. O sea, si bien no todos los días estamos enterados de quienes son esas personas con un imán más fuerte al dinero (por la razón que sea, sin ánimos de cuestionar), cuando pasa es porque debe haber algún aspecto que llame la atención.



Así que hice clic y la amplié. Se trata de Gina Rinehart, heredera de la compañía Hancock, y luego mencionala ruidosa cifra: u$s 28.400 millones. Se puede ver la foto de la señora, un tanto descontextualizada de lo que se habla en la bajada, aunque siempre suma. (*)



Además de dejar en claro la forma en la que hizo la fortuna, muy a lo último, como algo natural, se menciona la poca simpatía de parte de tres de sus cuatro hijos hacia esta mujer por los valores con los que se maneja. Entre otras cosas, minimiza el cambio climatico. (**)



Y la última parte es la más graciosa de la noticia, a mi entender. Uno de los muchachitos herederos, cuestionando las políticas que utiliza su mamá, asegura que los secuestradores pueden echarse a dormir, porque Mrs.Rinehart no va a soltar ni una monedita.



Claro, ¿cómo creen que multiplicó su fortuna en tan poco tiempo?



Cuando dije que era divertida, de hecho quise decir lamentable, sobre ese pequeño párrafo final de la noticia.



No me gustaría esperar que secuestren a uno de sus hijos para ponerla a prueba y comprobar lo que uno de sus hijos le echa en cara públicamente.



Pero el solo hecho de tener ese concepto de alguien tan cercano como lo es una mama es algo que me cuesta entender.



No me causa más que lástima este joven (supongo que es joven, ya que Gina tiene unos 58 pirulos).



Más me entero de estas cosas, más afortunada me siento de recibir amor sin nada a cambio.



(*) Después de todo, cuando se tiene semejante suma de dinero, la cara de rica la tenés en todos lados. Hablando con la vecina, cuando está enojada, cuando va al baño…


 


(**) Mas vale, ¡como si América del Sur se estuviera convirtiendo en una zona tropical con veranos sofocantes! Ah, puede ser che…



Dejo el link de la noticia para quien quiera leerla entera:


http://america.infobae.com/notas/50989-La-nueva-mujer-mas-rica-del-mundo-es-australiana-minera-y-odi

martes, 22 de mayo de 2012

La verdad de las borboletas

Me di cuenta de algo que hace mucho tiempo pienso y nunca me había propuesto decírmelo, o por lo menos pensarlo “de forma ordenada”: estoy pensando esto y soy consciente de que lo pienso, aunque hace mucho que pasa por mi cabeza en forma de pensamientos aislados.


Se trata de algo que empezó como un juego estúpido, de esos pensamientos pasajeros que a uno se le ocurren cuando reflexiona a partir de cosas cotidianas y las aparta de su contexto. “Qué pasaría si tal cosa no fuera así y fuera asá. Qué pasaría si no fuera.” Y demás preguntas irrelevantes que resultan ser los detonantes de elaboradas respuestas y terribles conclusiones.


Una de estas es que todo en esta vida existe por algo. No hay nada demás, ni una sola cosa. Si me preguntan, extinguiría alguna que otra especie (seres vivos y otros no tanto). Pero no soy la dueña del universo y es por eso que me hago tantas preguntas y llego a desenlaces tan desalentantes como el que me conduce a escribir hoy.


Las mariposas tienen un plan macabro.


Te encandilan con ese brillo que despiden los colores más variados en sus alas. Revolotean a tu alrededor como si fueran invisibles, y uno se queda viéndolas como si fuera la cosa más maravillosa del mundo. Flotan por los aires sin ningún apuro aparente, dejando atrás su pegajoso pasado.


La realidad es algo más que colores y vuelos livianos. Nos espían descaradamente cada vez que estamos en medio de una situación comprometedora. Saben que nadie podría sospechar de seres tan mariposos como las mariposas. Pero luego de aceptar mis pensamientos de una forma ordenada, descubrí que ni siquiera lo disimulan.


El otro día casi me choco un árbol por quedarme embobada viendo cómo una de ellas volaba cada vez mas alto. Seguramente, con un gran caudal de información que transportar a la central principal, que vaya uno a saber dónde está y a cargo de quién. Lo que sí puedo decir con casi total seguridad, es que estudian la conducta humana y no como pasatiempos.


-Me enteré de lo que hiciste


-¿Y cómo sabés?


-Me contó un pajarito


¡Por favor! Pobres pájaros. A ver cuándo nos vamos a dar cuenta de que los pájaros nunca tuvieron nada que ver en todo esto.


Mariposas, señores.

sábado, 19 de mayo de 2012

Plop!

Más alto volás, más es duro es el piso cuando caes. Hasta que no caes, no te das cuenta de que estabas volando. Mientras tanto, está bueno volar. Si está bueno, ¿por qué no volar, entonces?


Te invito a volar, lo más alto que puedas. ¿El límite? El cielo. Yo nunca llegué… Te desafío.


A lo mejor se te engancha la remera en la punta de una estrella y nunca más bajás. Vas a ver lo divertido que puede ser ver a otros estampillarse la cara contra el piso. Bueno, por lo menos, eso fue lo que me dijeron.


No me quiero imaginar las veces que se habrán reído de mí. Pero no importa. Hasta que no llegue, no paro.

viernes, 18 de mayo de 2012

Julio tiene 89 años. Está postrado en la cama desde febrero porque se ha caído tantas veces y le ha costado tanto recuperarse cada una de ellas, que prefirió tomar esa decisión. De esta manera tampoco molestaría a sus hijos que, según él, están demasiado ocupados como para que un viejo como él les sume más trabajo. Hasta los últimos años siempre fue el típico hiperactivo, que no puede estar desocupado ni un solo momento. Pero ya ahora el dolor lo terminó venciendo.



Natalia trabaja de 8 a 13 de lunes a viernes en un call center para poder pagar todos los meses sus gastos básicos mientras estudia. Últimamente siente que la rutina es como una caminata cuesta arriba desde hace años. Lo que alguna vez pensó que iba a ser por un par de semanas hasta que se acomodara en su nueva vida, término extendiéndose por meses y meses. Le pagan bien por las horas que hace, pero no considera que le tengan en cuenta la paciencia que tiene que sacar de donde no tiene para ser útil sin olvidarse del buen trato y cortesía que muchos exigen y que ella nunca recibe de vuelta, ya que muchos le cortan la comunicación.


Para algunos, la vida se torna una agonía crónica que atenta contra los sueños y proyectos a futuro; con la forma de vida, bah.


Pero me rehúso a pensar que Dios disfruta de ver a un anciano sufriendo en una cama que hace le los días más insignificantes y las noches más eternas. O que se divierte viendo cómo una joven sale indignada tarde tras tarde porque su vida no es lo que había planeado y ni siquiera está segura de que eso sea lo ideal. Se le pasan por la cabeza pensamientos de carácter existencial y cosas parecidas…


Realmente creo que todo eso tiene un propósito mayor. Con esto no quiero decir que entendiendo esto crea que hasta es bueno que pasen ese tipo de cosas, como una optimista idiota que le busca el lado positivo a absolutamente todo. Créanme, esa no soy justamente yo.


Pero ese propósito debe ser tan bueno que va a valer la pena haber pasado por ciertas situaciones. Nótense las palabras valer la pena, y no ‘es bueno’.


Quien te dice que por ahí los profesores de Natalia ven su rendimiento y dedicación, aunque notan su cansancio. Y deciden ayudarla prometiéndole un trabajo asegurado para cuando termine sus estudios.


Quizá Julio tiene un cuerpo que resistirá los más punzantes dolores, pero llegará hasta el día en que nazca ese nieto que siempre ha soñado. Tal vez uno de sus hijos, complicado en su vida social, finalmente encontró la felicidad con la mujer de su vida. Y pequeñas –pero a la vez grandes- cosas que llenan de paz a este viejito culinquieto que no puede estar sin ver que todo marche como debe.


No creo en las casualidades, pero tampoco en el destino.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Cállese y escuche

Miercoles 16 de junio, con los mocos por la rodilla, ¡pero bien, eh! Posta.


Día soleado y fresco en Libertador San Martin, pueblo chico con una población mayormente de estudiantes. Cada uno en su mundo, con historias diferentes que contar debido a su procedencia y demás cosas que damos por obvias cuando tenemos presente este tipo de realidad. Sin embargo, quien viene de afuera se sorprendería al ver lo homogénea que resulta ser la masa estudiantil cuando todos estamos en parciales, trabajos prácticos, clases, compromisos de todo tipo, y terminamos viéndonos las caras en absolutamente todos lados.


Cuando pasás mucho tiempo con determinadas personas, aunque no se trate de amigos, terminás creyendo que las conocés casi por completo o que sabes más o menos con quién estás hablando. Esto incluye formas de pensar, opiniones… y he aquí lo que me motivo a escribir hoy.


Charlando hace un par de días con alguien a quien llamaremos “Pepe”, me dijo que estaba seguro de mi posición respecto de una cuestión social que denominaré problema. Debo decir que me sorprendió cuando me dijo exactamente lo que me pasa por la cabeza muchas veces cuando se habla de ese problema. Y le pregunté, entonces, cómo era que sabía con esa exactitud. Su respuesta me dejo sorprendida, aunque debo decir que me la tendría que haber esperado: “Y… por las cosas que decís a veces. Se nota.”


Yo no sé cómo explicar lo que sentí cuando lo dijo. ¿Al descubierto, puede ser? Es decir, yo creí que lo que decía a los cuatro vientos era aceptado no por la mayoría, sino por todos los que siempre me escuchaban. Nadie nunca me contradijo ni vi señales de bronca cuando yo en innumerables veces defendía a rajatabla mi “verdad”.


A lo que voy es que mi relación con esa persona no cambió después de que me “deschavó”; tampoco cambié mi forma de pensar sobre el problema. Pero debo admitir que ayer se me daban todas las herramientas para volver a caer en esa credulidad y, sin embargo, no lo hice. O sea, no dejé de opinar, pero tampoco di por sentado que todos opinaban lo mismo que yo.


Ahora me pongo a pensar si alguien me hubiera contradicho. Habríamos terminado peleados. Y no tiene que ser así. Ya desde el vamos yo estaba creidísima de algo que ahora pensándolo fríamente no me lo quiero permitir mas (en lo posible, y hasta lo que aguante… jajaja)


Para ir redondeando, ayer leí en un libro que una persona muy reconocida a nivel nacional decía algo así como que todos creemos que tenemos algo importante que decir, que somos expertos en el área que tratamos. Me pareció muy interesante y aplicable. Tal vez todos deberíamos bajarnos de ese escalón…

viernes, 4 de mayo de 2012

Después de tanto tiempo, vuelvo a escribir. Había dejado, más que nada, por el bien de la humanidad. Ah, no, pará. Hablo como si el mundo entero me leyera. Bueno, por el de los pocos que me lean. (Los compadezco).


En fin, basta de palabreríos. Se supone que escribo cuando quiero, como quiero, lo que quiero y si quiero. Momento de “no me importa nada”.


Para estas instancias, seguramente la lectura se vio interrumpida por un bostezo, un mate, otro blog, lo que sea. Así que lo siguiente se basa en la creencia de que un 0,2% continuo leyendo.


Hoy me levanté con ganas de escribir sobre el cielo. Ese techo que nos cubre durante toda la existencia, siempre me atrajo. De hecho, caí en la cuenta de que le saqué mas fotos al cielo en sus diferentes estados y momentos que a mí misma. A algunos les seducen las flores, a otros, los insectos. A mí, el cielo. Los colores que va tomando a lo largo del día, lo deprimente o estimulante que puede ser un día nublado; la pureza de un cielo despejado en una mañana invernal; las estrellas que, con mucha imaginación, forman figuras, algunas fugaces como tuve la dicha de ver la otra noche; el tono anaranjado (para algunos, rosado) que adquieren sus nubes cuando es de noche y las luces de la ciudad chocan contra ellas…


No hace más que cautivarme. ¿Periodo del día que amerita ser el protagonista? El atardecer, tanto como el amanecer. Parece que posara, como si supiera lo imponente que es. Tan intocable que abruma.


Iba a compartir unas fotos, pero este wifi no me lo permite.. Será para la próxima

domingo, 8 de abril de 2012

Estacionamiento

La velocidad de la vida es regulable. Con regulable, me refiero a que no es siempre la misma. La vamos aumentando o disminuyendo según el momento por el que se esté pasando.


Si simplemente nos dejamos llevar por la corriente, en cualquier momento podemos morder la banquina y volcar, si nos dormimos un poco o nos entusiasmamos con la velocidad sin medir las consecuencias.


La mayor parte del tiempo, cedo a la corriente por conveniencia. Hay que reconocer que una vez que le agarrás la mano, tiene sus ventajas. Podría decirse que cuesta menos arrancar después de haber estacionado por cierto tiempo para descansar.


Hasta comienza uno a sentirse cómodo y cree que no hay otra forma de vivir que a toda velocidad. Molesta que aparezca otro andando más lento. No falta ese pensamiento de que se está perdiendo el tiempo… Como si se fuese a reservar para descansar más tiempo después.


Sin embargo, no. Cuando se llega a la meta, no existe esa parada de descanso que a mitad de camino tanto se ansiaba. Por el contrario, se refuerza el pensamiento de seguir, porque sino se pierde tiempo.


Y es un círculo vicioso del que es difícil salir porque es parte de la rutina. Perdón, no. Mejor dicho, es la rutina.


Ese fenómeno hace que nos sintamos mal cuando algo cambia repentinamente; cuando pisamos el freno para bajar un cambio y dejamos pasar algunas cosas para poder vivir otras con más intensidad y dedicación.


Hace unos días decidí hacer una pausa. Volver a punto muerto (por tiempo indeterminado, aunque no por eso permanente) para vivir cosas que con la velocidad de la rutina no puedo, porque ni siquiera noto su existencia.


Una pausa que me permite ver con más atención algunos detalles de la vida misma. De paso, veo cómo los demás pasan por la ruta a velocidades impresionantes mientras yo descanso, pensando lo ridícula que me habré visto hasta hace un instante, insípida, cegada totalmente, apurada sin necesidad alguna. Y todo por llegar antes de tiempo, como si eso tuviera un mérito doble.


Se llegará cuando se tenga que llegar. Nadie más que yo sabe por los lugares que tuve que pasar, los baches que debí esquivar. Me tragué algunos por evitar otros. Y a fin de cuentas el tiempo es casi el mismo.


No importa el destino. El carácter de único que pueda llegar a tener el mío, será por la particularidad del camino que haya tomado para llegar.


Todavía no estoy lista para volver a arrancar. Estoy cómoda así.


miércoles, 28 de marzo de 2012

Resistencia vana

Si hay algo que me da terror de sólo pensarlo, es la ceguera. Personalmente, considero que la vista es el sentido más preciado que tenemos. Ya sé, todos y cada uno de nuestros sentidos tiene su función particular e irremplazable. Si fuera sorda, ya no podría escuchar música, algo que no puedo dejar de hacer ni siquiera un solo día. Por otro lado, me evitaría escuchar comentarios que parecen hacerme sangrar los oídos.


La palabra “sordera” me remite a mi bisabuelo. Claro, cualquier viejito puede tener sordera, pero sin embargo, sigue viviendo como si nada. Pero mi familia materna se caracteriza por el amor a la música, comenzando desde mi bisabuelo Baltazar, más conocido como “Balta”. Tuvo la dicha de vivir hasta los 98 años… ¿qué tal? Son incontables las veces que me relató sus participaciones en eventos importantes en la ciudad, tocando ese instrumento que tanto amaba: la batería. Él formaba parte de la banda municipal y no había nada que le llenara más el alma que hacer música.


De a poco, con los años, fue perdiendo la audición a tal punto que había que gritarle al lado de su oreja para que escuchara (y viera con gestos extremadamente exagerados) lo que le queríamos decir. Debe haber sido un golpe fuerte para él no poder escuchar más aunque sea una sola pieza de jazz, o un partido de futbol por la radio. Pero se resistió hasta el fin de sus días a usar audífonos. ¿Orgullo? Puede ser. Pero me gusta más el término “aceptación”.


Volviendo al tema de la visión (*), o mejor dicho la ausencia de visión, recalca más los demás sentidos. El otro día en una clase escuchamos un radioteatro, y decidí escucharlo con los ojos cerrados. Diría que tiene casi la misma magia que leer un libro. Uno se hace en la mente imágenes del relato. También ayer a la mañana caminaba con muy buen humor al darme cuenta que la temperatura había cambiado completamente. Entonces cerré los ojos y sentí el viento frio de las 8, invisible pero haciéndose presente de otras formas. Lo mismo con el sonido, ese zumbido en mis oídos porque viene de frente.


Los demás sentidos se hacen más intensos cuando uno de ellos está ausente. La sensibilidad se despierta de otras formas, y entonces hasta parece bueno en ciertas circunstancias estar ciego.


Sin embargo, me sigue aterrando tener esa falta (**), porque nadie está exento a eso. Debe sonar fatalista, pero es la realidad. No me reconforta saber que los demás sentidos se agudizan, a decir verdad.


(*)Me voy mucho por las ramas. Perdón.


(**) Recién me doy cuenta de la ironía de esta expresión.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Simplemente extraordinario

Hoy la temperatura es un poco más soportable, los arboles de a poco se van a ir cubriendo con sus copas amarillentas, como así también pronto lo hará el suelo. Los días toman un tinte grisáceo, melancólico. Uno se torna tan nostálgico, que vive esos pequeños momentos tan únicos que te hacen poner de buen humor. Son los que uno debe de aprovechar una vez que se dan, como si nunca fueran a volver. Por ahí no, tal vez vuelven en forma de algo que ni siquiera nos imaginamos.


Lo que se siente al pisar una hoja seca con su ruido crujiente es algo simplemente inexplicable. Espero no estar quedando como una paranoica diciendo esto, pero si tengo que llegar a un lugar caminando en línea recta, no voy a hacerlo de esa forma si eso no quiere decir que vaya a pisar hojas secas. Iré en zig zag, como una obsesionada buscando un camino rebuscado para que se escuche cada paso que doy.


Es un lujo que me permito porque una vez que se hayan caído todas las hojas de cada árbol en la ciudad, entonces ya no lo podré hacer y tendré que esperar al año que viene.


Hoy empiezo mi día así: mate, cielo gris y buena música. ¿Hay acaso algo mejor que eso?

viernes, 16 de marzo de 2012

¿Qué me quiso decir?

Últimamente estoy teniendo problemas para diferenciar un cumplido de un simple comentario. No sé si siempre me pasó eso y nunca me di cuenta, o si lo de ser consciente de estos detalles comenzó desde el otro día que me dijeron algo. Supongo que soy desconfiada y a veces malpensada también. Pero la cuestión es que me dijeron “algo” y yo no supe cómo reaccionar. Al ver mi cara de confusión, la persona que me lo dijo me tranquilizó diciendo “¡O sea, es un cumplido!”. Entonces automáticamente pude tomarlo como tal. Es que es muy delgada la línea que separa lo bueno de lo malo, y muy pocos, diría, pueden notarla a simple vista. Al decir bueno y malo, no quiero decir que un cumplido sea siempre bueno (aunque la mayoría de las veces lo es, o al menos eso pretende ser), o que un mal comentario sea siempre tan malo.


Un mal comentario hace muchas veces que abramos los ojos para darnos cuenta de lo que está pasando frente a nosotros mismos. Es, en realidad, un disparador de ideas que afecta hasta al más seguro de sí mismo. Si es acertado, el mal comentario es bueno. Si no lo es, algún día, tarde o temprano, será desmentido. Es una ley de fuerza mayor.


Para aclarármelo a mí misma*, un cumplido se caracteriza por ser algo ameno a los oídos de quien lo escucha. Pero ¡alto, ahí! Me ha pasado de estar en medio de una conversación entre dos personas (no necesariamente hombre y mujer) y una le dice un cumplido a la otra por el solo hecho de congraciarse con la otra y –créanme- se escucha bastante estúpido, ya que no tiene sentido lo que está diciendo y, en algunos casos, ni siquiera es verdad.


Un cumplido bueno (así lo calificaría yo) ¡es el espontaneo y desinteresado, gente! Genuino porque quien lo dice, vio que realmente tiene que hacérselo saber al que lo escucha.



*Si estás leyendo esto y te ayuda, me alegro muchísimo. Pero dejame decirte que no soy psicóloga ni nada por el estilo, así que mis palabras en cuanto a esto son poco confiables.



NOTA


Luisina: la próxima vez que te digan “algo” (sea lo que sea), acordate de lo que acabás de escribir y tomalo siempre de la forma menos rebuscada, por favor. Si es un comentario malo, escuchalo y pensá; puede que tengan razón. En lo posible, contesta con la mejor sonrisa… ¡No sea cosa que haya sido un cumplido y después te tengas que morder la lengua!

jueves, 15 de marzo de 2012

Feedback

Ayer comenzaron las clases en mi universidad. Y, como siempre, es obligación asistir al acto del inicio del ciclo lectivo. Y digo “obligación” porque se caracteriza por ser algo monótono y los estudiantes no vamos con toda la voluntad del mundo. Es que, como todo acto formal, tiene que ser así (largo, estructurado. Bueno, sí, a b u r r i d o). Uno no espera otra cosa. Después de todo, es una formalidad necesaria y en todo caso, dirigida hacia nosotros.


Pero el acto de ayer fue bastante diferente que los de años anteriores. Hubo muchas expectativas en cuanto a qué se iba a decir y cómo iba a ser el cronograma. Fotógrafos de importantes diarios de la provincia estaban allí, hombrecitos de traje (más que de costumbre), el intendente de nuestra localidad (Libertador San Martín); además de lo usual: el coro oficial de la universidad, el de los ACA, la banda, todas las banderas colgadas en el techo (en el centro, dos de Argentina) y las autoridades de las vicerrectorias.


Para ser más concreta, el señor Sergio Urribarri, gobernador de Entre Ríos estaba presente. Había llegado en su (flamante?) helicóptero desde Paraná para acompañarnos en un día importante para nosotros y, como quien dice ya que estamos, aprovechó para hacer un par de anuncios.


Pero primero se cantó el himno nacional, los coros, la banda, infinita entrada de banderas…. Mucho ruido que tapaba la voz del presentador, nenes impacientes de la primaria, flash por acá, flash por allá…


Una vez ubicados cada uno donde le correspondía, se le dio el esperado espacio a la palabra del gobernador. Persona de baja estatura, aunque no bajo perfil, subió al escenario. Se apoderó un silencio absoluto en el auditorio y a continuación, palabras reconfortantes para el público. No sacó ningún papel como para leer, sino que dijo todo de una forma más bien espontánea. Sus palabras fueron breves y al punto. Ni una demás, y yo diría que más que suficiente para un público tan variado como el que lo escuchaba. Dijo sentirse como en casa y un par de promesas.


Se despidió abandonando el auditorio con toda su gente trajeada y un cálido aplauso. Luego, el rector agradeció su presencia y futuros “favores”, y como era de esperarse, ahora sí venía la parte que los alumnos debíamos estar más atentos.


No es muy difícil de imaginarse que desde ese momento, volvió el murmullo y la desconcentración, hasta que se hicieron los sorteos de unos premios por demás interesantes. Y ahí volvió el silencio y suspenso absolutos.


No importa cuánta avocación haya tenido el discurso del rector dirigido hacia nosotros. Nosotros ya sabíamos lo que iba a decir y, la verdad, no nos divierte la idea. Tampoco importa si el del gobernador era en realidad un mensaje camuflado, con un fin meramente político. Fue recibido como un amigo de la casa que se toma un tiempo de su apretada agenda para venir a visitarnos. Mucho menos importa que cada uno de los integrantes de los coros y banda hayan practicado mil veces sus canciones para una performance perfecta. El gobernador no los fue a ver a modo de desafío para ponerlos dentro de un rango. Estoy segura de que yo los escuché con más atención que Urribarri. Nadie estaba interesado en esperar las condiciones que se tuvieron en cuenta para elegir a los participantes del sorteo. Cuanto más rápido fuera el trámite, mejor. Eso sí, calladitos todos. ¡Ya veo que dijeron mi nombre y no lo escuché!

martes, 6 de marzo de 2012

"América" y América

Estaba sentada en el comedor hace una hora y una chica –a quien voy a llamar Laura-, amiga del chico que estaba al lado mío –lo llamaré Juan-, se sentó en frente. Yo no la conocía; nunca la había visto por el campus. Pero esas cosas suelen pasar acá.


Pasaron como 5 minutos y Laura no decía ni una palabra, y entonces me pareció que era mejor hablar de algo cotidiano (el día, la comida, las clases, lo que fuese!), para salir del silencio incomodo.


Yo no me acuerdo por qué, pero entre ella, Juan y yo, terminamos hablando de los argentinos. Juan, de EE.UU. (ya les diré por qué es relevante este dato), dijo que muchos argentinos le han preguntado –mala costumbre que pienso que tienen algunos argentinos- qué pensaba de nuestro país antes de venir. Pero nunca pudo conformarlos con respuestas como “siempre quise venir”, o “la gente parece buena y el paisaje es variado, hermoso”, ya que no conocía nada de acá. No tenía idea de los paisajes, cultura, ubicación geográfica, nada en absoluto. Sólo había escuchado de Manu Ginobili porque su entrenador de básquet en la secundaria era argentino. Pero excepto eso, nada. Yo le dije que eso era muy triste, ya que nosotros (creo que la gran mayoría) estudiamos en algún momento en la escuela la ubicación y capital de cada bendito país de América. Lo que quiero decir es que no estamos en Asia, che, ¡es el mismo continente que ellos! Pero supongo que no tiene la culpa. Para afirmar mi postura le pregunté si él era una excepción (de ignorar estas tierras lejanas). Para mi mayor desilusión, me dijo que creía que era una realidad en muchísimos jóvenes norteamericanos.


A todo esto, Laura escuchaba atentamente. Yo no sabía de donde era, aunque le noté una forma de hablar extranjera, hasta que atinó a decir “¿Y Chile se conoce?”, con una mirada que yo calificaría como esperanzada. Pobre Laura se la dio contra la pared cuando Juan le contestó que tampoco. Sin darse cuenta, Juan había destrozado el orgullo nacional de dos chicas en cuestión de segundos. No es por nada, pero sentí un poco de pena al ver lo limitado que es su interés fuera de ‘América’.


Lo que sí le habían dicho apenas llegó fue que los argentinos tenemos fama de arrogantes. Pero que no se quedaba con ese comentario, ya que daba la casualidad de que los únicos que decían eso eran mexicanos o chilenos. Laura se enganchó enseguida al tema porque bueno… ya saben. “Y…-risas- ¡en Chile no creo que seamos muy bienvenidos!”, dije mirando a Laura como para buscar su aprobación. “La verdad que no, y ahora menos con el tema de Malvinas, ¿no?”, me contestó ella, un poco insegura.


Juan ya sin saber qué decir en su español poco fluido, dijo estar al tanto del conflicto de Malvinas (sí, algo sabe). Le confesé a Laura que con el apoyo que los chilenos habitantes de las islas le estaban dando a Inglaterra, la relación chileno-argentina era más tensa todavía; que lamentablemente la historia nos condena, a veces no entendemos bien por qué, otras veces sí, y eso nos condiciona a tener prejuicios. De inmediato le aclaré que no tenía prejuicios para con ella, al tiempo que vi que su cara iba mostrando gestos raros. Quise decirle que ni siquiera la conozco, sólo el historial de su país con el nuestro (y hasta por ahí nomás).


Me afirmó que la historia que nos enseñan acá no es la misma que le enseñaron a ella en la escuela, aunque sí se trate de un mismo acontecimiento. No puse en duda su postura, ya que no hay más que buscar un poco de bibliografía para darse cuenta de eso.


Termine de comer, así que me levanté con una sonrisa, como diciendo “es lo que hay”. Juan siguió comiendo como si nada. Me despedí con un “¡Mucho gusto, Laura!. Chau, Juan”.

sábado, 3 de marzo de 2012

¡Enséñenles a pescar!

Antes de ayer venía haciendo un viaje habitual para mí que es pasar por las afueras de Rosario, lo cual implica pasar por las villas. No puedo mirar para otro lado cuando paso por ahí que no sea aquellas casas precariamente construidas con lo que encuentran: chapa, madera, cartón, carteles, lo que sea. Eso sí, tienen luz (porque se enganchan) y hasta he visto antenas de Directv. Cualquiera que pase por ahí lo puede comprobar. Y esta realidad es casi la misma en todas las villas de cualquier ciudad grande.


Entonces me pregunto si viven de esa forma porque realmente no les queda otra. Sé que es fácil decir las cosas cuando uno no vive cierta situación, pero traté de pensar si tienen otra alternativa, cualquiera sea, para salir de ese círculo vicioso. Porque esto no empezó ahora. No, esto se viene viendo de hace años. Son generaciones enteras que viven de esta forma y se la transmiten a las siguientes. Y por más que haya recursos para salir de ese pozo social, la voluntad es lo que más cuenta. Sin embargo, esa voluntad puede y debe ser incentivada por el Estado, para que esto se termine de una vez.  “Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida”, dice un proverbio chino. Una mujer no encuentra quién le pueda hacer la limpieza general de su casa por lo menos 2 días a la semana, porque ganan más por no hacer nada. ¿Para qué preocuparse por la cantidad de hijos? Si total, el Estado paga por tenerlos. Claro, equivalen a otra camada de pobres chicos sin rumbo, los mismos que después toman decisiones sin tener en cuenta las consecuencias en los demás. Pero, ¿qué pasa con la alimentación de esos bebes los primeros meses de vida? Es primordial que se le preste atención a eso, ya que puede determinar su desenvolvimiento para todo el resto de su vida. ¿La “Asignación Universal por Hijo” está realmente destinada a ese hijo?


Intenté poner en alguna parte de esta nota algo así como “… y he aquí el origen de este problema”, pero se me hizo imposible. Es una bola de nieve, cada vez más grande e imposible de parar. No se sabe ya cual es el meollo de esto. Siempre es motivo de discusión en cualquier mesa que salga el tema. Podría estarse horas tratando de llegar a un acuerdo. Pasa muchas veces que todos opinan lo mismo, aunque lo vean desde un lugar diferente, o le prestan más o menos atención.


Después entro al centro de la ciudad y ellos están ahí, mendigando (o peor, robando), deambulando por las calles en busca de un poco de suerte. A veces la tienen, otras no. Y pasan sus días en una ciudad (si se puede decir que son parte de ella) que los alimenta mal y los trata con indiferencia, porque el tiempo corre y no se puede detener a pensar en qué van a hacer el resto de la tarde. Sin esperar nada en especial de nadie, y mucho menos un proyecto de vida. La villa es su mundo; así nacieron, y la gran mayoría ahí morirá.


“Y bueh, qué se le va a hacer. No podemos hacer nada.”, se escucha muchas veces. Y sí, es verdad.

viernes, 24 de febrero de 2012





jueves, 23 de febrero de 2012

Instintos

Recién llegada a una ciudad que no sabría decir cuál, aunque sí estaba segura de haberla visitado antes, comencé a caminar desviándome de una avenida dos cuadras a la derecha, hasta llegar a otra avenida paralela. Con seguridad caminaba viendo una estación de servicio cerrada, también las casas escondidas detrás de frondosos árboles, hasta que una alegría me invadió cuando llegué a aquella avenida. Mis instintos habían sido correctos.


Seguí una cuadra, dos, tres… y lo que yo creí la Avenida Principal llena de peatones y vidrieras, no era más que un callejón ancho con construcciones con andamios colgando y cada vez más oscuro.


Sentí una fuerte desilusión, ya que esa calle-cueva no correspondía al recuerdo que yo tenía de lo que alguna vez conocí. Sin embargo, seguí en la misma dirección queriendo saciar esa sed de razón que uno tiene cuando hay un repentino cambio de planes; pero nada de nada.


De repente, veo que en la siguiente esquina hay una luz, que sin ser obstruida por el bosque urbano, dejaba ver un grupo de hombres en una actitud sospechosa. Traté de ocultarme detrás de un árbol, pero al parecer escucharon el sonido de mi zapatilla pisando un paquete de alfajor que alguien habría tirado. El silencio era casi absoluto, así que no me costó creer que lo habían escuchado.


El “Capo” de aquella pandilla (así decidí nombrarlo, dado su lenguaje corporal para con los demás y por la atención mezclada con cierto temor que ellos tenían hacia él), señaló hacia mi dirección como mandando a sus secuaces a que se ocupacen del sucio trabajo que él no quería hacer.


Debo decir que me alarmé cuando vi que corrían detrás de mí. ¿Qué pretendían hacerme? ¿Qué tenía de malo que caminara por ahí? ¿Por qué se enfurecieron al ver que no eran los únicos rondando por ese territorio? ¿Acaso estarían elaborando un plan o hablando de algo que los comprometía? Si ese era el caso, ¿qué iba a entender yo a 40 metros de distancia, más que gestos y risas? En todo caso, ahuyentándome de esa forma iban a despertarme más sospechas.


De todas maneras, no debería detenerme aquí, ya que todo eso era nada más que lo que me preguntaba mientras era perseguida por Capo y sus secuaces.


No me daba el aliento para seguir corriendo, y de a poco iba disminuyendo la velocidad. Así que se fueron acercando más a mí y pudieron notar que era “sólo una chica”. ¡Más vale que era sólo una chica! ¿Qué pretendían, que fuera un detective secreto tratando de descifrar qué planeaba un par de giles? Yo solamente había entrado en pánico al haber sido descubierta en un territorio que al parecer no era el que yo pensaba (aunque todavía me costaba creerlo).


Y fue allí que terminé de convencerme de que esa no era la Avenida Principal de la ciudad que no estaba segura cuál era pero sí sabía que había estado antes.


Capo & Cia dejaron de seguirme. Al parecer les causó demasiada risa que sólo una chica fuera la que los había estado observando. A lo mejor buscaban sentir un poco de adrenalina, cosa que dudo sintieran por largo rato en esa calle-cueva-fantasma.


Cuando ya hube eliminado de mi cabeza aquella escena, cada vez con más fuerza se apoderaba de mí la certeza de que la Avenida Principal era aquella de la que yo me había desviado en un principio. ¡Claro, esa era la Avenida Principal! La que salía de la terminal de colectivos. Qué idiota me sentía. Pero nada más debía ir dos cuadras a la izquierda y listo.


Eso hice, pero al parecer esas malditas calles no tenían retorno. Parecían un laberinto del cual no podía salir, y lo peor de todo: estaba totalmente consciente de eso.


Me pregunté con bronca una y otra vez por qué mierda me había salido de esa avenida. ¿Acaso para sentir la satisfacción de saber dónde estoy, aunque sea sólo por azar? Y entonces, ¿qué valor tenía eso? Por mi culpa terminé enredada en esa calle-cueva-fantasma-laberíntica. Y nada más que por mi culpa.

martes, 21 de febrero de 2012

Allá arriba

Siempre me gustó encontrarles rebuscadas formas a esas nubes lejanas; de grandes animales salvajes, de extravagantes caras, o simplemente absurdas formas sin definir. Cuando va cayendo el sol -imponente- y el infinito cielo azul va transformándose en un cálido degradé, choca contra las inalcanzables nubes violáceas haciendo que se vean tan diferentes al instante anterior.


Parecen, más bien, merengues gigantes proyectados en el cielo (por lo menos, eso fue lo que siempre pensé), más que sólo vapor concentrado. Entonces me dan terribles ganas de agarrar una batidora XXXXL para darles otras improvisadas siluetas, como torbellinos galácticos y deformar su estructurada contextura.


Cual película surrealista, quiero creer que uno puede flotar sobre ellas y transportarse en el inimaginable espacio celestial, viendo todo… desde allá arriba.