martes, 21 de mayo de 2013

Lo inevitable


El agua corre sin dudar un momento, porque sabe que su maldición es ser escurridiza por naturaleza. Con los ojos cerrados recorre lugares cautivantes, porque sabe que cada despedida es más dolorosa aún.
Las aspas del molino no tienen descanso, porque bien conocen que éste las atrofia y hace obsoletas. La monotonía les da un vértigo mortal. Girando reviven.
Las alas saben que cuentan con el encanto que los humanos tanto anhelamos, y dicen las malas lenguas que un leve regocijo invade sus articulaciones cuando un niño las quiere adoptar.
Las ramas de los arboles flotan tranquilas en el aire, porque saben que una raíz las mantiene en la tierra. Incrédulas ellas, no saben que a la tierra no la sostiene nadie.
Las bocas no dejan de moverse para no cortar el eco que alguna vez, en un remoto lugar y lejanísimo momento, alguien provocó con el primer balbuceo.

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