Sin rumbo fijo, anhela escapar. Ni siquiera puede ver si lo
que está detrás es su propia estela o sólo neblina ocular. O neblina y luces. O
luces frías. Frío y sombra. Acelera el paso, liviano e incierto, humanamente robótico.
Luz y sombra.
No es su estela, no son las luces, ni la niebla, ni los
ojos, ni el frío, ni la sombra, ni el perro nervioso que ladra rogando atención.
No es.
Es la misma escapatoria de la nada hacia la nada. Un paso y
otro más. Sin estela, sin frío. Un meteorito apagado.
La sombra es la anti-estela. La sombra no se le despega y va
adelante, firmemente delineada. Es tanto el parecido… Y no es un espejo. Debe
ser así… La luz insiste.
Al cachorro le gusta
intentar agarrar su cola. En algún momento se cansa y se olvida de lo que quería
hacer.
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