viernes, 27 de junio de 2014

Hasta siempre

Nunca fui partidaria de las demostraciones públicas de dolores o problemas emocionales. Me provoca desconfianza hacia quien las manifiestan, y hasta un poco de incertidumbre. Es que no estaría entendiendo qué buscan. ¿Acaso empatía? ¿Fama, tal vez? ¡Hagamos un certamen de quién está más cagado a palos por la vida! Y el ganador es… (Redoblantes). NO. Eso no pasa. Nadie festeja la valentía que significa eso, más bien comienza a aburrir tanto problema. No sé si a algunos les pasa todo, o si buscan que les pase. Cualquiera sea el caso, pierde sentido después de los 7 problemas diarios.

Dicho todo esto, seguramente piensan que nunca tuve un problema en la vida o, peor aún, que los tengo pero no los siento. “¡Salí de acá, fría, insensible!” Nada de eso. Y capaz les haga ruido que, luego de destruir el único motivo de orgullo de los problemáticos crónicos, les vaya a contar a continuación lo que siento.

La mujer más tierna, dulce, sumisa, sabia y sobre todo FUERTE que conocí, falleció hace poco más de una hora. No lo meto en la bolsa de los problemas. Todo lo contrario: su vida fue un problema, un dolor constante. Pero dolor físico, de los insistentes que no te dejan en paz. Así y todo, ella siempre con una sonrisa y caricias maternales. Por eso sé que ella ahora dejó de sufrir, de una vez por todas.

Su preocupación era que a Clara y a mí nos fuera bien en los estudios, que comiera rico mientras vivo sola, que mi mamá no trabajara tanto como lo hace, que le llevaran a su tataranieto para conocerlo, que nunca faltara la yerba, el limón y las masitas. Que nunca nos falten bombachas (siempre nos regala eso), que venda mis pulseritas, que no sufriéramos por amor porque somos jóvenes y hay que disfrutar de las cosas lindas de la vida. Que no le falten los mil medicamentos que tomaba diariamente, que siempre nos tapemos la boca cuando hace frío, que no me oscurezca ni me corte el pelo, que me deje el “jopito, que te queda tan bien”.

Le gusta que la llamen y que le atiendan el teléfono rápido cuando llama ella, si no, insiste. Ama los perros y los gatos, se pone contenta cuando le llevamos al Chancho Peludo a hacerle quilombo a la casa. Es coqueta, no sale así nomás a la calle. Nunca le faltan pantuflas ni el pañuelito que se cuelga en el frunce de la pollera.

Mira 2 telenovelas mexicanas de lunes a viernes. Más que eso no, porque se cuida la vista. Espera las noches en su cama, con la radio en la mesa de luz. Me dice que soy alta, que me deje de joder con ideas raras.

Cuando va a casa, la pieza de Clara aparece mágicamente ordenada.
Le parece de lo más raro que no nos gusten las pasas de uva y siempre que hacía budín de pan, nos aclaraba que no le había puesto, sólo por nosotras. Le ponen mal las discusiones familiares y sé que se le escapan lagrimitas. No entiende qué hizo para que muchos no la fueran a ver más. Acepta callada y se aferra a los que la amamos.

Quiero que todos sepan lo genial que fue mi abuela y lo feliz que soy de haberla podidodisfrutar tantos años. Tantas charlas en el patio, risas, quejas, confesiones y demostraciones de cariño genuinas como nada.
¡Ay, abuela, cómo te voy a extrañar! Lloro de tristeza porque soy egoísta y quería que te quedaras un ratito más, aunque sé que estabas sufriendo tanto. Qué lindo fue saber que me querías y me esperabas con ansias. Qué lucida y consciente de todo estabas. ¡Qué vieja cocorita! Siempre poniendo los puntos J

Echaste raíces en todos lados, inspiraste cariño en todas las personas que tuvieron el gusto de conocerte. Eras nuestra reliquia, nuestra bisabuela compinche. Te guardo en un lugar privilegiado de mi memoria.
No voy a ir a tu velorio, pero no porque no acepte la idea de que ya no estás más entre nosotros. Hace 3 días que venía presintiendo la noticia. Sé que no todos comparten esta opinión, pero siento que esas reuniones rozan lo morboso y a veces parecen un circo. Le doy la espalda a la hipocresía.

No me ayuda a sentirme mejor, y vos ya no sentís nada, ya estás en paz en un lugar mejor.

Te quiero recordar en vida, sonriendo y charlando hasta la madrugada, como cuando te quedabas en casa.

Ya nos vamos a juntar a matear otra vez.

Hasta siempre, Dorita.


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