1. Gente que se levanta del asiento del colectivo antes de que
frene del todo
El vehículo en cuestión está haciendo una maniobra:
la de estacionarse. Empieza a tambalearse para los lados, sobre todo si
hablamos de uno de dos pisos. Los Pocas Luces (en adelante LPL) se levantan
justo en ese momento. No sea cosa que el chofer frene y se olvide de abrir la
puerta y se queden adentro por el resto
de sus vidas y mueran por falta de
oxigeno y nunca los reconozcan porque no llevaron sus DNI y los cuerpos estén
demasiado degradados ya como para que la policía los encuentre (10 años
después) y diga: “Pucha, no los reconozco. ¿Será que traían sus DNI? ¿No?
Lástima, che. Chau N.N.’s”
No va a pasar eso. El señor baja la
velocidad porque, justamente, un minuto después, procede a frenar del todo. Y
al ratito nomás -acá te caés de culo con lo que te digo- ¡abre la puerta hasta
que salgan todos los que quieran!
Pero no, los LPL tienen que pararse en ese
momento, pegarle con el bolso/mochila a todos y repartir disculpas. ¿Hay
necesidad?
2. Cantito de los cajeros del super cuando dicen el precio
No sé si todos se habrán dado cuenta de eso,
pero cuando llegás a la caja, te pasan todos los productos y está el total a
pagar en pantalla, ellos, de forma muy amigable, dicen la cifra con un cantito
particular.
Tomemos como ejemplo $50,65. Uno diría
“cincuenta con sesenta y cinco” o, los más detallistas, “cincuenta pesos con
sesenta y cinco centavos”. Pero los cajeros dicen
“ciiiincuentaconsesentaycincO”. La última O es más aguda que el resto, se
separa y le da un aire de “nada más que eso”.
Otra variable: “cinCUENtaCONseSENtaicinCO”.
Las sílabas en mayúscula, más agudas que lo demás.
No sé explicarlo, deberían escucharme, o
prestarle atención cuando vayan así lo comprueban.
Nunca me había dado cuenta de eso hasta que
un día fui con Clara al almacén que está a una cuadra de casa. Un poco antes
de entrar, la muy desgraciada me dice este descubrimiento, por lo cual no pude
evitar notarlo y aguantar la risa (aunque fallé en el intento, y para que el
chico no pensara que me reía de él, dije una pelotudés supuestamente graciosa).
Al salir, tuve que darle la razón. Y desde
entonces, escucho cantitos cajeriles por doquier. Por ahí es un requisito.
- 3. Los chalecos abrigados
De por sí, no entiendo la función de los
chalecos. ¿Moda? Quizás. No sé, son un híbrido. Te cubren todo el torso menos
los brazos, como una musculosa. Tienen cierre en el medio, como una campera.
Díganme si no es una de las prendas/accesorios más raros que existen (después
de los anteojos sin aumento).
Más raro es cuando una se topa no con un
simple chaleco, que puede incluir una tela que lo hace original y bolsillos
netamente decorativos; pero además tiene
capucha y… CORDERITO ADENTRO!
A ver… si quiero estar abrigada, me pongo una
campera porque también me cubre los brazos. Si quisiera usar un chaleco porque
tengo ganas nomás (eso nunca va a pasar), no me voy a poner uno con corderito.
Me va a hacer cagar de calor, por más que tenga una mangas cortas abajo. ¡Me da
risa el sólo pensarlo!
- 4. Mi gata Michunquis quiere tomar agua del videt
Simplemente, no lo entiendo.
- 5. Los hashtags sin sentido o utilidad
Esto es cuento viejo ya. He escuchado a
muchas personas quejarse de esto, metiendo en la misma bolsa a todo ser que
cada vez que sube una fotito a las redes sociales, se encarga muy atentamente
de poner todas las etiquetas posibles para no dar lugar a malos entendidos.
Para la foto de una hoja, corresponderán: #otoño #hoja #fall #autumn #nice
#leaf. Hasta ahí vamos bien, porque por ahí hay personas que no se dan cuenta
de que es una hoja o, peor aún, que es otoño! Se agradece ese servicio.
Pero cuando jajaja dejó de ser jajaja para
convertirse en #jajaja quise romper todo.
En un principio, hizo Twitter los hashtags,
siendo su principal tarea la de agrupar ciertos temas del momento. Después sus
hijos LPL (seguramente son los mismos del punto 1) desvirtuaron su función,
haciendo de los # un germen visual.
- 6. El invento de términos
Pero no cualquier término. Me refiero a
aquellos cuyos significados corresponden a palabras ya existentes. Deforman el
tan rico vocabulario que poseemos sin necesidad, Lo cual no tiene sentido ni justificación.
Tómense como ejemplo las aberraciones como:
hermosor, ternor, divinor, princeso, dioso… basado todo lo anterior en hechos
concretos de diferentes personas. Con el mismo criterio, podríamos crear:
hallamiento, importanciedad, feminístico… me siento mal escribiendo esto.
Perdón, no puedo seguir.
Es probable que tenga muchas más cosas que
no entienda y no me estoy acordando. Estas fueron las que se me ocurrieron
ahora. No estoy queriendo decir con eso que los acabo de inventar. Todo lo
contrario. Se ve que siempre estuvieron en mi cabeza dando vueltas como
burbujas independientes, y hoy explotan en una sola.
Ok, lo que acabo de decir fue innecesario.
Pueden omitirlo, o no. Hagan lo que quieran. ¿Saben qué? Hagan todas las cosas
que no entiendo, si quieren. Chau.