Las hay de todo tipo: simples, rebuscadas, inentendibles,
legibles, pequeñas, interminables, etc.
La mía, como la de todos, supongo, tiene una historia.
Resulta que
una vez había escuchado (de alguna persona, en algún tiempo lejano, no sé) que
una firma bien hecha era la que se hacía de un solo trazo. Apoyás la lapicera y
no la levantás hasta que no la termines. No me pregunten por qué, pero lo tomé como un desafío personal. Pensé mucho hasta que se me ocurrió una. Matadora.
Era la “L” y la “Z” unidas por un solo trazo, pensadísimo y nada espontáneo. Un
dibujo a conciencia. La practiqué muchas veces hasta que se pareció a esas que
hacen con seguridad algunas personas. Ya saben, esas rápidas y naturales que
dicen “acá estoy yo”.
La verdad es que nunca la usé hasta que cumplí 16 y tuve que
renovar mi DNI. No sabía qué hacer, si cambiar la firma por una un poco más
presentable o simplemente ir a lo seguro: la LZ.
Entré al registro civil, me mancharon todos los dedos y
llegó el momento. “Donde está la cruz hacé la firma”, me dijo la señora (a
partir de ahora, LS) que atendía. Sin vacilar
hice un firulete que aparentaba decir Luisina, de forma descontracturada, al
estilo firma. LS tomó mi DNI, lo miró con asombro y dijo “Pero, ¿tu apellido
dónde está? Tiene que estar en tu firma”. Me devuelve el documento y un poco
anonadada escribo de mala gana al lado “Zaccaria”. LS finaliza el trámite (que
en ese entonces era larguísimo, no como ahora) y firma al lado de la mía.
Yo no les voy a decir nada. Simplemente quiero que procedan
a ver la imagen a continuación y me digan si eso no fue la tomada de pelo más grande de
la historia.
Indignada como nunca, me prometí hacer la firma como se me
cante. Y volví a la primitiva LZ.
El tema es que con el paso del tiempo se fue desviando de su
diseño original.
La Z parece ser un rulo sin fin. Ya no es LZ, es L?. Y lo
que solía ser un garabato con escritura firme y dibujada, es ahora un débil hilo
de tinta que apenas se percibe. Su tamaño da lástima, diciendo “me quiero ir”.
Sin ir más lejos, el otro día fui a retirar correspondencia
del correo, y el anciano que me atendió se rió muy tiernamente de mi diminuta identificación.
Me gustaría tener una firma interesante, pero supongo que ya es algo tarde. ¿Para qué carajo sirven las firmas? Después de todo, nunca hay un especialista en caligrafía para corroborar que es genuina.
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