domingo, 3 de junio de 2012

Moneda de $3

Creo que esto de escribir es algo terapéutico ya. Cada día que me es pesado, monótono, o un poco deprimente termino escribiendo porque siento alivio. Lo recomiendo y es gratis. Y mis disculpas a los psicólogos, pero no hay mejor terapia que la que resulta de hacer lo que a uno más le gusta.


Paso a lo que me lleva a escribir esta noche.


Se trata de algo que me toco vivir hace apenas unas horas. No pienso decir cuántas, para evitar cuentas.


¿Vieron cuando no saben por qué, pero una persona les cae mal? Son esas ocasiones en las que sacamos conclusiones antes de tiempo. En otras palabras, prejuicios. Esos malditos prejuicios que ponen barreras muchas veces innecesarias.


Sin embargo, muchas otras veces e increíblemente, el tiempo nos termina dando la razón. Alguna vez leí que cuando alguien te cae mal sin conocerlo, posiblemente hay gestos o expresiones que decodificamos inconscientemente. Esta palabra clave es con la que ahora uno viene a entender muchas cosas, como ese presentimiento de que hay algo de falsedad o hipocresía en el otro. Algo oculto detrás de esa mirada brillante y esa risa que retumba en uno que otro oído.


No quisiera que se me tilde de rebuscada, aunque sí lo soy, pero no en este caso. Créanme, lo que vi hace unas horas podría ser entendido igual que yo lo hice, si tan solo se le prestara atención.


Basta con mirar a los ojos al otro para ver si una sonrisa es genuina o está siento total y descaradamente forzada. Y esta persona en cuestión, no lo disimulaba para nada. No entiendo cuál es el problema de estar serio si lo que te dicen no te causa gracia. Reírse como monigote por algo que ni siquiera entendiste no te hace más simpático ni menos estúpido.


¡Me encanta la gente que se ríe! Peeeeeero…


…me irritó mucho que le estaba diciendo algo a esta persona, no terminaba de decirlo ¡y ya estaba que se moría histéricamente de la risa! Miraba a todos lados. Le faltaba un cartel en la frente que dijera “hola, me estoy riendo aunque no entiendo un carajo lo que me dicen, pero no importa porque quedo como re copado y la gente va a pensar que soy simpaticón”.


OK. Respiremos hondo. Por ahí un cartel así sería un poco incomodo de cargar en la frente, ya que ésta sería muy chiquita. Pero, para adaptarlo al tamaño diría “tirate un pedo en mi cara que me rio”.


Perdón por ser tan gráfica en las situaciones que me imagino, pero creo que tranquilamente esto podría pasar.


Miremos a los ojos, diferenciemos a los simpáticos de los hipócritas. ¿La razón? Simplificar la vida.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario