jueves, 15 de agosto de 2013

Una página perdida de la auto-discrepante

Hace unos días leí “Sé como la persona que te gustaría conocer”. No me acuerdo dónde, pero seguramente en una de esas páginas que suelo leer, todas siempre con frases reflexivas y enriquecedoras. Una que otra, medio tonta; pero siempre alguna con más jugo.
Centrándome en lo que me trajo a escribir, les cuento que leí y releí esa frase porque veía que iba entendiéndola más (o menos).

Sé como la persona que te gustaría conocer
Tiene toda la razón…

Sé como la persona que te gustaría conocer
Suena lindo, pero no es tan fácil…

Sé como la persona que te gustaría conocer
No tiene sentido.

Todo depende de cuan seguro esté uno de cómo es y, por sobre todas las cosas, llevarlo con seguridad. Sin embargo, cuando eso no es así, podés conocerte tus mañas y decirle a todos “sabés que soy así” a modo de evitar reproches, y aun así seguir sin saber qué hacer con eso… con vos. Un constante desánimo te invade, amasado con la desgana porque, antes que nada, sabés que el mundo no va a dejar de girar. Te olvidás, y luego una pared sin puerta ni ventana te lo vuelve a recordar.
Por otro lado, me es inevitable creer algo que, por cierto, desde la semana pasada me estoy replanteando. ¿Realmente se puede cambiar nuestra forma de ser? ¿Es suficiente estar tan pero tan disgustado con cómo es uno que termina cambiando? ¿O es sólo un maquillaje a la personalidad? Es rápido, mejor que nada, pero con facilidad sale. {Odio cuando inventan metáforas baratas tipo Arjona, y creo que la de recién es un claro ejemplo. Disculpas.}
No es esto un pensamiento volátil. Un largo viaje me dio el tiempo de plantear lo que creía era un sinsentido.
Entonces, ¿se puede cambiar? Habría que conformarse con un poco de maquillaje.
Hacemos de este mundo uno mejor, hasta alivianamos la rutina de nuestro entorno. Sonrisita va, cumplidito viene. Unos conformistas totales.
Pero, ¿valdrá la pena? Al final del día llegarás a tu casa y mientras te estés bañando vas a recordar los pozos que saltaste (y cómo los zafaste!) para terminar a la noche encontrándote vos, con vos mismo.
Y si por fuerza mayor tuvieras que satisfacer al prójimo con una cálida sonrisa o con un comentario adecuado, te va a costar más que todo tu gran día. No es más que algo acartonadísimo.
Porque uno es como llegó al mundo, formándose con las cachetadas de la vida. No creo que seamos como una tabula rasa (en un momento había creído que sí); tampoco se puede volver atrás, no queda otra.
Qué incertidumbre, y qué triste la conclusión de que escribiendo no se soluciona todo.

Sé como la persona que te gustaría conocer
No sé si me quisiera cruzar por la calle. Pero de algo estoy segura: no quisiera conocer a la que no soy y nunca seré.


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