lunes, 13 de agosto de 2012

Un pájaro de origami

Un pájaro de origami estaba pegado en la pared de una habitación. Pasaban las semanas, los meses, las estaciones y él seguía ahí, intacto.


Al principio, era motivo de orgullo para su creadora, quien siendo una niña de apenas 8 años, mostraba a todos sus visitantes sin falsa modestia, lo que sus diminutas y húmedas manos habían logrado hacer luego de un arduo trabajo paso a paso.


Al tener tiempo de sobra, el pájaro lo ocupaba observando cada detalle que en el rosado cuarto le llamara la atención. Luego hacía una vista detallada por aquellos rincones que antes pasaron desapercibidos ante sus ojos.


No tardó en darse cuenta que estaba rodeado de clones. En todos los tamaños, colores y papeles que la niña tuviera a su alcance, practicaba su nuevo logro. Algunos eran ciegos, ya que se le había olvidado dibujarle el ojo que se veía de perfil. Pero él era especial, el primero en su especie y, por lo tanto, el veterano del lugar.


Pasó meses intentando tener contacto visual con los que tuvieran esa posibilidad, pero parecía algo imposible. Todos lo evitaban, como si fueran a contagiarse de esas ansias de volar de ese sofocante cuarto con olores dulces y juguetes pegajosos.


Este pájaro no veía la hora de poder cumplir ese sueño que atormentaba sus días y noches.


La luz del sol era obstruida por las cortinas durante todo el día, esperando la noche para que se abriesen y dejaran entrar la suave brisa fresca. El verano había llegado, y con él, la desesperación.


El calor iba provocando que la cinta con la que la creadora lo había atrapado hace unos cuantos meses a la pared, fuera separándose de a poco. El peso de su material no ayudaba mucho, pero sus ilusiones eran fuertes y su mirada estaba fija en la ventana.


De repente se despierta, producto de un fuerte impacto: el gran día había llegado. Había caído al suelo. Las condiciones eran propicias para que se escapara. La nena dormía, era de noche  y la ventana estaba abierta. Nunca había volado, pero suponía que no sería difícil, ya que había observado largas horas por la ventana a los que estaban el libertad. Bastaba con tener ganas nomás.


Luego de practicar y caer unas cuantas veces, lo logró. Salió por la ventana y respiró el olor a libertad. Ahora sólo restaba que fuera real…

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