sábado, 21 de febrero de 2015

Viernes 3 am

Estaba forzosamente concentrada leyendo Utopía y de repente tuve esta situación en la cabeza que no sé si catalogar como recuerdo, sueño recordado o imagen sin origen aparente que logré visualizar. En vano me empeñé en retenerla en mi mente, porque tristemente, al cabo de unos segundos terminó por esfumarse.
Se trababa de un local con paredes negras y telas de colores colgando de un techo, a modo de decoración. Cielo gris, poca gente. Realmente, no creo haber visto esa escena alguna vez.

De a poco el sueño se iba apoderando de mí, lo cual asocié con una clara señal de "cordura". Sin embargo, al mirar a un costado, observo lo que pensé que era un perro acurrucado. De forma no muy inmediata, me doy cuenta que se trataba de una pila de ropa amontonada. Uno de esos jueguitos que le gusta hacer a la mente para saber si estamos viviendo en modo manual y no automático. En mi defensa, puedo decir que no estaba ni en uno ni en otro. Sino en extrema percepción visual y auditiva, como me suele pasar.(*)

Se me querían cerrar los ojos y casi me dejaba llevar por mi necesidad de introspección, cuando mi gata de repente saltó a mi cama como lo suele hacer: fantasmagórica. Me repongo por unos segundos hasta que en seguida el sueño comienza a apoderarse de mi. Quedo en la página 86 del libro y no estoy segura ya de qué estaba hablando don Moro. Ah, sí. De un método para combatir los robos. Trabajos de agricultura y demás. "Pff, utópico.", me digo una y otra vez, y ahí nomás me propuse sacarme de la cabeza ese concepto, ya que no tendría gracia continuar leyendo. Tengo entendido que el término "utopía" tuvo origen en este libro.

El sonido que hace el inodoro con el agua parece que se reprodujera dentro de un caracol. "Lleva el mismo ritmo del ruido que hacía la michi cuando rascaba la puerta para salir", pienso.

Siento que mis pensamientos se van chocando y comiendo unos a otros. A veces sin dejar de terminar la idea, como esos conductores de programas que se pisan entre sí dejando en evidencia la falta de profesionalismo.

Uno dice las cosas 5 segundos después de pensadas, o tal vez un poco menos, pero siempre en ese orden. Lo cual no es mucho tiempo si se trata de ideas poco claras. Por eso la equivocación al hablar muchas veces, seguida de disculpas y arrepentimientos.

La palabra que viene confunde la que estoy diciendo. siento que no voy a poder dejar de escribir todo lo que me pasa por la cabeza a menos que dé un corte definitivo. Un circulo vicioso imposible de esquivar.

Mucho tiempo acumulado sin escribir puede ser la razón de este sinsentido innecesario para todos; necesario para mí. El sueño no me deja dormir en paz, porque para eso debo llegar al punto del presente escrito y, como dije, es algo difícil. Y con sueño, tanto peor. 

Me rindo, debería aprovechar que mis pupilas se ponen cariñosas y dejarme llevar por alguna imagen tranquila. O por esa de la que (ahora recuerdo) en un principio describí.

Me saqué una foto porque me parecía injusto visualizar todo con tanto detalle, menos mi propia cara, la cual, de hecho, debe ser muy graciosa y lamentable.



(*)Una vez pensé que el sonido me envolvía. como si alguien estuviera girando los parlantes alrededor mío.

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